jueves, 27 de noviembre de 2008

Todo-política

Para nadie es un secreto que nuestro querido país es reconocido mundialmente por su galopante narcotráfico, por su antirrevolucionaria guerrilla, por su primer puesto en minas antipersona, por novedades terroristas como los collares bomba, o por sus hermosas reinas (ai lovening colombia, cartagenin jilton), entre otros.

Pero no podríamos dejar atrás, para conocer un poco sobre parte del origen de todas nuestras maldiciones, a la gloriosa y nunca bien ponderada clase política. Dicha calaña maldita ha hecho parte vital de todos los grandes problemas de la nación y por eso, desde que tengo memoria de nuestros gobernantes, he visto como miles de ellos eran grandes amigos de Pablo Escobar, luego todos muy involucrados en el proceso 8.000, después varios encarcelados por tener vínculos con los paramilitares, ahora comienzan a sonar los inmiscuidos en el tema de las pirámides, algunos amigos de la guerrilla, etc., etc., etc.

Estos son tan solo algunos de los más recientes escándalos de aquellos a quienes escogemos democráticamente para que dirijan a la nación. Pero si, al parecer, varios de estos bullicios politiqueros han indignado al país entero, todavía muchos se preguntan por qué con tanta regularidad continúan apareciendo los mismos escándalos de corrupción o de políticos criminales sin que nada cambie. La solución parece tan compleja, pero a la vez tan sencilla, como para afirmar que simplemente son lo que deben ser: una representación del pueblo.

Y que mejor argumento para confirmar lo anterior que lo sucedido con DMG. A pesar de que ya se ha confirmado que los dineros allí utilizados no eran propiamente de unas monjitas de caridad, miles de compatriotas tienen la osadía de salir a protestar y a exigir la liberación del padre de su familia DMG, además de pedir el dinero de regreso. Para ellos no es suficiente saber que con la misma plata del narcotráfico se alimenta nuestra guerra en la que han muerto tantos colombianos, los mismos que en las otras marchas por la paz son traídos a la memoria con indignación.

Sin embargo, ante el llamado de plata, muchos de los nacidos en esta tierra cafretera y obviamente los políticos actúan igual: haciendo lo posible para salvar sus pesos y pasando por encima de quien sea para tener barrigas llenas de güisqui y cuellos y muelas llenos de oro. Pero lo que resulta aún más divertido es que los mismos que reclaman la plata que todavía está húmeda por permanecer guardada tanto tiempo y por las también húmedas manchas de sangre, son los mismos que se escandalizan porque a Samper lo apoyaron narcotraficantes y porque haya presos por parapolítica.

Pero nada importa, estas son palabras mil veces dichas y escritas, ahora sólo queda lamentarse por el desplome de las pirámides y la orfandad a la cual han quedado confinadas tantas personas por cuenta del fin de la "familia DMG".

martes, 18 de noviembre de 2008

Somos más los buenos...para nada


Una de aquellas frases paternas que se quedaron grabadas en mi cerebro para siempre es aquella que reza: "no hay mejor lotería que el trabajo de cada día". No se si por mi temperamento que me hace siempre sospechar, jamás he creído que nadie ande regalando plata así como así, pero, por el contrario, en este descuadernado país en el que el presidente resuelve los problemas de cada fin de semana como un padre diligente, muchos colombianos, fieles a su carácter de fallidos 'avivatos' o de inútiles, esperan a que alguien les ande regalando o simplemente que por arte de magia, sus arrugados billetes se conviertan en nutridos fajos. Es así como hacen interminables filas en las famosas pirámides que prometen hacerlos millonarios sin mover un dedo.

La falacia de que alguien reparta plata por ahí sin esperar nada a cambio, para mi fortuna y el infortunio de miles más, ha sido validada en los últimos días cuando cientos de astutos compatriotas han irrumpido violentamente en las oficinas de las famosas pirámides para tratar de recuperar algo del dinero que ingenuamente depositaron a la espera de una multiplicación milagrosa, que simplemente sirvió para multiplicar el volumen de las barrigas de los estafadores.

Muy soñadores, muchos trataron de llevarse una silla, un escritorio, un remedo de computador, una caneca o un bombillo, con el ánimo de vengarse por el robo del cual habían sido víctimas y, con la misma ingenuidad con la que se dejaron robar la plata, ahora pretenden que un bombillo cueste el millón de pesos que depositaron meses atrás en las milagrosas pirámides. Estos desmanes sencillamente son una fiel representación de la misma estupidez con la que se dejaron robar.

Sin embargo, y a pesar de toda la desgracia que cargan a cuestas cientos de incautos que no sabrán ahora con qué dinero comprar la natilla de esta navidad, en algunos lugares del país se organizan marchas para defender a los que dentro de unos meses, y espero no equivocarme, saldrán en televisión tratando de protegerse de un linchamiento inmisericorde por haber defraudado a todos aquellos que alguna vez los vieron como dioses.

Pero esa es la verdad, con tal de multiplicar la plata sin mover una sola pestaña, nuestros compatriotas defienden al mismísimo diablo y si este los llega a defraudar, con la misma determinación con la que lo amaron alguna vez, lo buscarán hasta asesinarlo.
 
Seguramente si se le pregunta a cualquier 'colombiano de bien', de esos que ahorra en una pirámide con la esperanza de volverse rico, si le preocupa que toda esta parafernalia haga parte de un negocio ilegal para lavar dinero del narcotráfico, lo más probable es que, provisto de una incoherencia infinita (característica que hace parte de nuestros más representativos símbolos patrios) responda que no le importa, pues con tal de aumentar sus ingresos todo vale.

Sin embargo, al primer llamado para marchar en contra del secuestro o a favor de las víctimas de una bomba que desmembró a decenas de colombianos, ese mismo 'ahorrador' sale indignado a protestar contra los narcosecuestradores, los narcoterroristas y los narcopolíticos, y después de una jornada de marcha, se va a su casa a ver "El cartel de los sapos" para luego, con su conciencia tranquila por haberse pronunciado en contra de los violentos, lamentarse por la realidad de este país mientras que las milagrosas pirámides que le dan tranquilidad económica se desploman como si fueran de arena.

De esta forma, la incorruptible moral del colombiano de bien (porque somos más los buenos) le dice que patrocine negocios ilegales para aumentar su capital, pero cuando con la plata de los mismos a los que ha ayudado se asesina a los demás, ahí sí vale la pena protestar. Sin duda acá los colombianos buenos...para nada son más, que pretenden ganarse la lotería sin mover un solo dedo.

sábado, 8 de noviembre de 2008

De cumpleaños maestro!

Final del formulario
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Hace 23 años, en  vísperas de mi cumpleaños número dos, cuando mi madre transitaba la ciudad para comprarme un regalo, cuál sería su sorpresa al llegar a la casa cuando los medios de comunicación informaban alarmados sobre la toma al epicentro de la justicia nacional.

Se trataba de la toma del Palacio, hecho que generó una retoma militar que, por el contrario, no ha sido tan famosa sino hasta hace pocos años. Para ese entonces el comandante del operativo salió con su tono tan particular y meneando el bigote a decir que lo que estaban haciendo era "defendiendo la democracia, maestro". Ahora el pobre, por defensor de la democracia ha perdido su libertad, maestros.

Como es habitual, mentiras hay de un lado y mentiras hay del otro. Los entonces guerrilleros no rebelaron la verdad así como tampoco lo han hecho los comandantes militares y políticos de esa época y 23 años después todavía hay personas esperando conocer el paradero de sus familiares y el país esperando conocer a los verdaderos hechos.

Cada uno de mis cumpleaños me recuerda también el cumpleaños de tan importante y representativo día para esta nación, en el cual se desaparecieron algunas personas que quién sabe dónde estarán ahora (me imagino que no será en Aruba) lo cual parece repetirse con frecuencia para no perder la costumbre, sin embargo, a la hora de defender nuestra democracia todo vale maestros, dicen muchos.

Y como diría Carlos Vives "cada 6 y 7 de noviembre ueeee, grito de independencia" porque ese día sí hubo independencia, tal vez para el ejército porque muchos afirman que el pobre presidente de la época fue un triste títerete que solamente buscaba algún poema que le regresara su tranquilidad.

Es así como cada vez que cumplo años, como seguramente en el cumpleaños de cada colombiano, hay un hecho nacional lleno de plomo y sangre que también está de cumpleaños, recordándonos (si es que aquí alguien se acuerda de algo) a cada uno de los compatriotas, que este país es como uno de sus platos tradicionales: un sancocho de fechas trágicas que nos recuerdan quienes somos.