lunes, 30 de marzo de 2009

Oficiniando


Al comenzar a ver la vida laboral muy cerca en mis últimos años de universidad, supe de entrada que había muchas cosas que detestaba, como los formalismos colegiales y de abuelos de estar "bien vestido", las restricciones de horarios como si los empleados fueran retrasados mentales y tuvieran que vivir bajo un régimen para cumplir con sus obligaciones, los beneplácitos a jefes que parecen de otra galaxia, etc., etc., etc.

Sin embargo, para mí era necesario ingresar a ese mundo ideal que hace parte del día a día de una persona promedio, para darme cuenta de lo divertido que podría llegar a ser estar en el corazón de aquel campo laboral que en mis años de estudiante simplemente me causaba repulsión.

Y se preguntarán muchos el porqué de mi incoherencia al decir que las oficinas son lo peor, pero al mismo tiempo afirmar que me divierten. Sin duda, encuentro muy divertidos todos los eufemismos usados en el lenguaje oficinista y que solamente pertenece a este ámbito, como por ejemplo: las juntas, las convenciones, las capacitaciones, los informes de desempeño, los recursos humanos, el clima laboral y demás palabrejas que solo se pueden pronunciar con una corbata en el cuello y que me mortifican cada vez que debo hacer parte de ellas, por encontrarlas altamente inútiles.

No deja de causarme gran diversión ver a cada uno de los peones de ese régimen (dentro de los que me encuentro yo también) apropiados de su rol de ejecutivos, que almuerzan menú ejecutivo y se transportan en bus ejecutivo, para ser coherentes con su etiqueta de ejecutivos. Pues son ellos mismos quienes contribuyen a que los hagan trabajar los sábados y horas extras, todo porque, como decía un buen primo mío "hay que ponerse la camiseta de la organización", por el mismo sueldo que a duras penas les alcanza para comprar el carro coreano más barato y regalarle a sus hijos de navidad los textos escolares del siguiente año. Sin embargo, cuando llegan los recortes de personal no hay sábado, ni camiseta sudada que valga, puede ese mismo empleado haber limpiado los zapatos del jefe con la lengua pero recorte es recorte: "muchas gracias por sus servicios, su trabajo fue muy valioso para la organización, le auguramos muchos éxitos en su carrera profesional, pero..."

Otro tema que me causa gran alegría es cuando dentro de las oficinas se organizan fechas especiales para "salir de la rutina", como los días del amor y la amistad, o las novenas en navidad, o halloween, o el día de la mujer, entre otros. Todo esto para que no se sienta tanto el ambiente de oficina y se viva más la vida "común" aunque sean este tipo manifestaciones de festividad algo de lo más representativo de una oficina y su horrible ambiente.

Todo esto sin hablar del momento cumbre del ambiente ofinístico (que paradójicamente, a pesar de no ser en la oficina, es el más oficinero de todos): la fiesta de fin de año, ese momento tan esperado por muchos para poder lucir su mejor pinta diferente a la corbata de 10 mil 500 que deben lucir de lunes a jueves (porque usualmente en las oficinas el viernes es de pinta "casual"), cuando el empleado recochero de siempre aprovecha para sacar a bailar a la comunicadora social o psicóloga estrato 6, que a pesar de hacerse pasar por la que se unta de pueblo, en sus gestos evidencia el asco del espectáculo popular. Así mismo, uno que otro gerente o subgerente, aprovecha para caerle a la aprendiz del Sena que gracias su juventud puede hacer una que otra mirada coqueta para obtener beneficios, y así mismo el auxiliar de contabilidad al calor de los tragos deja salir algún gesto que pone en duda su hiperexpuesta masculinidad con la cual habla las 9 horas laborales de sus conquistas que nadie conoce.

Todo esto al ritmo de unas rifas de vajillas, de bonos para mercados y demás premios para padres de familia, porque en las oficinas la mayoría de personas son padres i-responsables que los domingos en sudadera llevan a sus niños al parque y a comer postre a la Sabana. Estos divertimentos de las fiestas de fin de año deben estar impulsados por un DJ que se echó todo un tarro de gel y que vocifera, para alentar al público, "¿dónde están las mujeressss? ¿dónde están los hinchas de millonariossss? y demás estrategias desgastadas en fiestas quinceañeras de los años noventa.

Debo confesar que cada instante en el que logro detectar una de estas prácticas oficineras me divierto bastante, pero también aspiro a no ser nunca uno de aquellos empleados del mes que aparece en la foto de los más destacados de la empresa, que trabaja los sábados en tareas que detesta, que es ascendido a alguna subgerencia y que de vez en cuando se gana vajillas y bonos para mercar. Sin duda, aprovecho mi estadía en una oficina promedio, de esas que gozan de buena reputación en el mercado laboral, para llevarlo sin demasiados filtros a mi hoja de vida y ganar el respeto de aquellos incautos que valoran las experiencias oficinisticas, sin darse cuenta de que una corbata y hacer parte de un sistema desgastado no es garantía sino de tener una vida promedio y por lo general bastante aburrida en la que no se piensa más de lo debido.

martes, 17 de marzo de 2009

La malicia indígena


Que interesante fue ver la asamblea nacional constituyente de 1990 cuando unos hombres vestidos de falda, con sombreros extraños y sin corbata, muy a pesar de la indignación mostrada por algunas abuelas, se codearon con aquellos políticos de siempre que por el contrario lucían tan cultos y tan elegantes.

Era este un indicio de que nuestras leyes serían ahora más incluyentes, realmente democráticas y probablemente más transparentes. Pensaría cualquier ciudadano desprevenido que el hecho de que un indígena, que ha sido víctima de abusos durante siglos, al momento de llegar a alguna posición poder tendría un ideal de inclusión y de verdadera ayuda a su comunidad.

No pasó mucho tiempo para comprobar que la malicia indígena es real, así como seguramente es real la malicia española y la mestiza, pero que para nuestro caso debería denominarse malicia colombiana, un valor que corre por nuestras venas y que es inculcado desde que somos niños. No en vano los papás les dicen a sus hijos que tiene que ser los más avispados o vivos, palabras que significan colarse en las filas, evadir impuestos y buscar siempre la trampa.

La representación más fiel de esta característica que nos hace tan especiales y que especialmente nos tiene tan jodidos, es Francisco Rojas Birry, el personero de Bogotá. Este hombre que ha logrado escalar posiciones políticas luego de esa hermosa Asamblea constituyente, hace gala de lo que se puede llamar la malicia colombiana. Sería injusto decirle indígena sólo por los rasgos de Rojas Birry.

Sin embargo, este personaje, tan avispado como debe ser un buen colombiano y sobre todo un político, ha estado involucrado en cientos de escándalos que demuestran cómo nuestra clase dirigente es realmente más sucia que el mismísimo río Bogotá. Provisto de su malicia y de su afán de lucro, Rojas Birry se involucró, como tantos de sus similares, con el otro rey de los avispados, David Murcia.

Así mismo, varios hechos demuestran cómo este personaje ha convertido su tribu de la personería en una cloaca llena de rateros y negocios no muy claros. No en vano, su buen amigo Samu-elalcalde, Samu-elamigo, Samu-elcorrupto, lo nombró para que lo fiscalizara y él sin sonrojarse aceptó, porque seguramente desde allí podría continuar sacando beneficios personales.

Así como los amigos de Uribe, con su malicia colombiana, se metieron con los paramilitares para obtener sus objetivos políticos, los opositores del uribismo se han opuesto tanto que se juntaron a sus contradictores y se han valido de cualquier estrategia para obtener sus ideales a pesar de todo. Rojas Birry es una muestra de ello.

Este hombre con cara de yo no fui, ha hecho tantos torcidos como los encorbatados y elegantes hombres de clase alta del país. Hecho que nos indica que las minorías seguirán jodidas por siempre gracias a sus líderes, que los ciudadanos del común seguiremos jodidos por siempre y que en general este país de avivatos y rateros seguirá jodido por siempre.

martes, 10 de marzo de 2009

Haciendo patria en España


Desde este lado del charco, desde el lado siempre pobre, recibo una noticia por medio del diario que acoge a este igualmente pobre blog, la cual dice que gracias a la ya tan de moda crisis financiera mundial, los colombianos son los más afectados por el desempleo en España.

No me resulta sorpresiva la noticia, pues es más que lógico que los primeros afectados frente a una ola de desempleo sean los ciudadanos extranjeros, ni tontos que fueran los españoles... Pero mejor que yo lo podría decir mi amigo Thorik, uno de aquellos colombianos que no está haciendo patria en la península ibérica: todos aquellos que supuestamente están haciendo patria siguen y seguirán haciendo la misma patria con o sin crisis.

Y no se trata nacionalismos de cumbia, sombrero vueltiao y bandejas paisas, pues quien verdaderamente se supone que hace patria es aquel ciudadano raso que se fue a España, por ser el único país del primer mundo en el que no hay barreras idiomáticas, a tratar de sobrevivir a costa de lo que sea para poder mandar unos cuantos billetes que al cruzar el charco se multiplicarán por 3 mil.

Este mismo colombiano que el 20 de julio se cuelga un trapo amarillo, azul y rojo, es el que obligado por la crisis financiera colombiana (valga la redundancia) y el desempleo colombiano (valga nuevamente la redundancia), ha intentado buscar mejores oportunidades en España, en donde seguramente le irá mejor, porque si llega la crisis pues simplemente se sentirá como en casa y sabrá que ese es su terreno pues nació en un lugar en el que siempre ha habido crisis.

Que el desempleo de los colombianos aumente en la abuela patria no es nada nuevo para estos personajes, el desempleo y la pobreza son parte de esta tierra de los dos océanos y de los hermosos paisajes, por lo tanto se da por hecho que el colombiano, por ser colombiano, ya de sobra conoce esa palabreja que tanto pánico genera en el primer mundo: crisis.

Estos compatriotas, aquellos que cuando trabajan en los turnos de noche alquilan su cama para que aquel que trabaja de día pueda dormir de noche, seguirán rebuscando la mejor forma de enviar dinero a sus abuelas en silla de ruedas y a sus hijitos de mocos por fuera, a pesar de que los periódicos digan que hay crisis y que tengan que dormir sobre almohadas llenas de babas de otros.

Siempre habrá algún nuevo restaurante paisa que montar, algún show de baile con marioneta por hacer en la calle, algún plato o tapete que lavar, algún piso por brillar o algún carro que estacionar, el colombiano que busca oportunidades lo hará donde sea, aunque mejor si es en un sitio donde cada billete, así cada vez sean menos, se multiplicará por unos cuantas imágenes de Jorge Isaacs en Colombia.