lunes, 17 de enero de 2011

No deje para hoy lo que puede hacer mañana después del accidente

Vivo en una de las cuatro edificaciones que bordea la que un vecino de sudadera y cachucha que paseaba a su perro denominó como “la esquina de la muerte”, en Cedritos. La semana pasada, este lugar fue el escenario de un accidente entre un veloz y eficiente taxista que al pasarse una señal de pare estrelló a una ruta escolar, causando que los jóvenes ocupantes salieran heridos y la camioneta, esquivando peatones, quedara volcada sobre el andén. Aquí la evidencia de que sí sucedió.

Vivir en la ahora popular esquina, en donde lo extraordinario es que no haya una estrellada semanal (curiosamente causada el 80% de las veces por un taxista), me ha corroborado una idea que cada día tomaba más fuerza en mi cabeza: en Colombia las cosas se hacen bien y se solucionan solamente cuando hay muertos o accidentes y son legitimados por una transmisión televisiva.

Sólo hasta que fueron niños los heridos, sólo hasta que tuvieron que llegar los bomberos y las ambulancias, sólo hasta que RCN llevó sus cámaras, el clamor del vecino que pasea a su perro en cachucha y sudadera todas las mañanas, fue atendido. Era obvio que una esquina que se catalogue como “de la muerte” necesitaba alguna medida diferente a una señal de pare torcida y grafiteada. El fin de semana, una cuadrilla de obreros de overol anaranjado (que ojalá no sean de los mismos de la fase 3 de Transmilenio) alguna obra estaban haciendo allí para evitar que se repita lo sucedido la semana pasada y todas las demás semanas pasadas, pero que no se vio en televisión.

Contrario a lo que uno podría pensar, esta maldición no es únicamente de Cedritos, pues en la 116 con autopista, días atrás, fue necesario que un carro terminara clavado en la baranda del puente mirando hacia el misterioso burdel conocido como La Mansión (aunque el conductor no tenía interés de chicas), por culpa de un cráter que engalanaba la subida del puente. Al día siguiente, gracias a la destrucción de la parte frontal del carro del sacrificado ciudadano que probablemente salga en sudadera y cachucha a pasear a su perro, el hueco fue tapado, no sin antes estallar decenas de llantas de conductores desprevenidos. Al parecer el hueco gemelo que hay al otro lado del puente, en sentido occidente-oriente, todavía no ha cobrado las suficientes víctimas como para que los obreros de overol anaranjado que taparon el primer hueco cruzaran la calle para solucionar ese problema también.

Estas son solo dos pequeñas y recientes muestras de lo que tiene que pasar para que el ciudadano de sudadera y cachucha que pasea a su perro por las mañanas, pueda encontrar solución a los problemas de la ciudad que lo afectan día a día, a pesar de que él pague siempre a tiempo sus impuestos y acuda juiciosamente a las urnas a cumplir con la obligación democrática de escoger al mejor candidato para que gobierne su ciudad…¿?