jueves, 23 de abril de 2009

Ufff, en Colombia si que se lee


Hoy, día del libro, amanecemos con la alentadora noticia que informa el impresionante incremento en la cantidad de libros leídos al año por parte de este pueblo telenovelero y chismoso, que ha pasado de leer 1.6 libros al año a leer dos.

Con orgullo los diarios nacionales registran el ínfimo incremento como si eso realmente fuera un índice real del avance intelectual que están experimentando los colombianos. Seguramente si seguimos así, los antiguos griegos serán unos pobres ignorantes frente a este letrado pueblo.

Pero ante la fría cifra, que podría alegrar a un oficinista promedio dedicado a repetir como una cotorra que lo mejor que pueden hacer sus hijos es leer, aunque él mismo no se lea ni su fórmula médica para bajar el colesterol, es importante hacer algunas consideraciones al respecto.

Es más que comprensible que el índice de libros leídos al año en Colombia hubiera aumentado. Para nadie es un secreto que con el amor que profesamos en esta tierra al voyeurismo, sin duda los libros por los cuales aumentó el índice de lectura son: el de Clara Rojas, el de Pinchao, el de Luis Eladio Perez, el de "los gringos" (como es vociferado en las ventas ambulantes) y cualquier otro exsecuestrado que intente recuperar el dinero de todos los años perdidos en la selva.

Si por el contrario, el interés del lector no está enfocado en temas mundanos y le apunta más bien a ser una mejor persona (eso sí, para tener más plata y poder comparar más electrodomésticos de última generación y no volver a pensar en libros jamás), las grandes obras que alberga en su biblioteca son todas aquellas que le den claves mágicas para ser un "verdadero ganador".

Sin embargo, ante la abundancia de expertos en superación personal, la biblioteca antes raquítica, cada día se robustece más con las simplezas llenas de babas que escribe cada gurú ya sea recién aparecido o de vieja data. Casualmente, mientras escribía este texto recibí en mi correo un mensaje que anunciaba "el nuevo libro, Cómo usar el secreto" una muestra clara de que estos mercachifles de la "literatura" barata, exprimen los títulos hasta que ya no salga ni una gota más de superación personal. Seguramente en la actualidad hay en el mercado más de 40 libros que incluyen las palabras "caballero, armadura, oxidada", "secreto" o "queso".

Así mismo se multiplican los libros acerca de secuestro: escribe la esposa de Gechem sobre la pecueca selvática con la que volvió su marido, escribe el papá de alias gafas anunciando sus tempranas tendencias bisexuales, escribe la primera novia del Mono Jojoy hablando sobre sus primeros actos revolucionarios al no querer tomar sopa de auyama y secuestrar el maquillaje de su mamá, y hasta escribe, con ganas de ser rico y famoso, el cusumbo que se trajo de la selva uno de los secuestrados.

Con la maravillosa cifra de dos libros leídos al año por parte de los colombianos, seguramente nuestros compatriotas deben ser muy cultos y expertos en cómo visualizar los sueñoss para poder lograr metas imposibles y en cómo tener una actitud ganadora y positiva, al fin y al cabo esa es la verdad rebelada, nunca antes dicha por nadie.

Así mismo, nadie mejor que un colombiano para conocer en detalle de la relación zoofilica de Ingrid Betancourt con una paloma mensajera que le envió su conmovido ex-esposo mientras se besaba con ochenta amantes para mitigar la desolación con la que quedó luego de una álgida conversación con Yolanda Pulecio.

Este bagaje intelectual que brinda la lectura de dos libros al año (lo que representa la intensiva lectura de algo más que una página diaria, si los libros son en promedio de 200 páginas) seguramente hará que nuestro país progrese mucho, pues con ciudadanos más educados y cultos se erradicará la corrupción, la violencia y todos los males que nos aquejan por incultos.

martes, 7 de abril de 2009

Religioso colombiano en la semana mayor


Ha llegado el momento de rezar, ha llegado el momento del arrepentimiento y por su puesto de las flagelaciones por parte de unos cuantos dementes que creen que dándose látigo hasta desgarrar la piel o clavándose en una cruz con puntillas enormes, van a ser más puros, el caprichoso destino los tratará mejor y podrán limpiar en un día toda una vida que es más sucia que el río Bogotá.

Para estos personajes no es suficiente con recibir el bombardeo inclemente de películas de Isaías, Malaquías, Tobías, Jeremías, Elías, Ananías, Matías y Zacarías durante las 24 horas en cada una de las semanas santas de todos los años desde que existe la televisión, y como es de esperarse, el típico cubrimiento de los noticieros sobre la semana santa en Popayán y en el resto de lugares del mundo de los que se apoderan pintorescos fieles religiosos.

Pero esta semana santa, en medio de los espectáculos habituales de esta época, viene acompañada de un ingrediente adicional, el cual hace ver claramente cómo estos espectáculos de fe y convicciones profundas de los ingenuos feligreses, son impulsados por un grupo de viejitos que se visten de purpura, usan joyas de oro de 24 kilates y zapatos que cuestan casi el PIB de un país pobre.

Para preparar el terreno de la atemporalidad e insensatez, que en muchos casos se incrementa en semana santa, el máximo jerarca de la iglesia católica escogió el continente africano, donde el Sida parece ser tan normal y fatal como la inevitable vejez, para decir que el condón incrementa el problema del Sida.

Luego, para desviar la atención, consolar a los decepcionados y tal vez no quedar tan mal frente a todo el mundo, mostró por medio de una carta su profunda molestia por la decisión de reintegrar a la iglesia a unos cuantos viejitos de purpura que se negaban a creer en que el holocausto nazi fue una realidad. Sería un contrasentido que este Papa alemán negara algo de lo cual fue partícipe y testigo directo.

Y en esta misiva que escribió el sumo pontífice acerca de su indignación por el reintegro de los padres partidarios de revivir la inquisición, uno de los que primero cayó como principal responsable, fue el eminente cardenal Darío Castrillón, uno de los orgullos patrios para las tías y abuelas, así como Juanes y Camilo Villegas.

De nuevo Colombia aparece en el mapa mundial, esta vez en el campo religioso, porque el más importante de todos sus cardenales se ha aliado con los seguidores del arzobispo Lefebvre, aquel hombre que hasta el final de sus días fue partidario de dar la misa en latín, con el sacerdote dándole la espalda al público, para reintegrarlos a la iglesia.

Sin duda, estos recientes eventos en la iglesia católica, así como las películas de semana santa, demuestran cómo el catolicismo se adapta perfectamente a las nuevas realidades y lucha con vehemencia para que el hombre contemporáneo, ese que sufre el Sida y vive la crisis financiera, tenga una vida mucho más feliz y en paz.

Ahora que el eminente cardenal colombiano ha sido despedido de su trabajo, tendrá tiempo en esta semana santa para ver las películas de santos y apóstoles, aunque con lo aburridas que son, seguramente preferirá irse de paseo como el resto de mortales que ya no creen en una iglesia que cada día pela más el cobre (¿o el oro?) y demuestra sus intenciones de poder por encima de ayudar a sus fieles y adaptarse al mundo contemporáneo.