miércoles, 15 de diciembre de 2010

Taxi Driver Bogotá

Al ritmo de la salsa calenturienta de Eddie Santiago a todo volumen, un conductor de taxi, que en su silla de bolitas de madera se ubica en un ángulo de 150°, impidiendo que en el puesto de atrás se siente una persona (aunque el carro que maneja supuestamente cumple la función de llevar pasajeros) va buscando un impotente cliente que deba someterse sin más opciones a su arbitraria voluntad.

Solamente podrá ingresar a ese vehículo, que con sus luces neón y sus pantallas miniatura parece la versión rodante de una rockola de cantina, aquel que tenga la suerte de dirigirse al lugar al que el conductor quiera llevar ese remedo de nave, aunque su trabajo debería ser transportar a los ciudadanos al sitio que ellos necesiten ir.

Una vez conseguido el pasajero o contribuyente de ese mini reino, este deberá sentarse como pueda en el palacete del príncipe chofer, soportar la punzada que penetra la nariz por culpa de un ambientador más empalagoso que unas brevas con arequipe y salsa de guayaba y agarrarse de donde pueda para que cada frenada no le disloque el cuello, como parece haberlo hecho ya con el perro que va en la repisa del carro.

El casi siempre necesitado, y por lo tanto sometido pasajero, debe resignarse a ver cómo el conductor gira hábil e irresponsablemente el pequeño timón café imitación madera, mientras un cronómetro de dígitos rojos contabiliza los segundos o la cantidad de huecos que el carro sobrepasa a la misma velocidad que el chofer gira el timón, velocidad similar con la que reserva otra carrera en el ilegible y ensordecedor radioteléfono. No hay semáforos, señales de pare o contravías que detengan el afán del conductor.

Por fin termina el arriesgado recorrido al que chofer y pasajero milagrosamente sobreviven y lo que parecía ser un cronómetro, resulta ser un sospechoso taxímetro. El conductor, como todo aquel que conoce a la perfección su trabajo, dice sin dudar, al tiempo que pisa el freno, el valor del servicio. El pasajero prevenido pide la tabla de tarifas, que se encuentra únicamente al alcance del taxista al lado izquierdo del timoncito y allí descubre con ingenuidad que el conductor al parecer no hizo la primaria, pues o no sabe leer o hace multiplicaciones equivocadas por lo cual cobra más de lo que debe.

Al haber aclarado el valor, $8.500, el pasajero entrega un billete de $10.000, pero a juzgar por la transformación de la cara del taxista y la rabia con la que aprieta la barra de cambios de peluche, se podría pensar que la Policarpa del billete asesinó a sus familiares o le hizo algún daño irreparable. Pero no, todo se debe a que no tiene vueltas. A pesar de que el pasajero está pagando por su servicio, todavía tiene una deuda más con el conductor, debe darle la suma exacta, más conocida como sencillo o suelto, o de lo contrario deberá emprender la búsqueda de alguien que le cambie el billete a menos de que quiera ser insultado por el conductor o incluso agredido.

Una vez terminado el “servicio”, el taxista coincide con sus colegas para planear un nuevo paro, si es que el alcalde de turno llega a mencionar algo que pueda poner en riesgo su tradicional e inmodificable método de trabajo; esto con el beneplácito de uno de los dueños de Bogotá: Don Uldarico. Esto último no sin antes haber aclarado al pasajero que la prima navideña es de mil pesos adicionales.
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Actualización: Ahora se puede denunciar a los taxistas que no recojan a los pasajeros

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Uno de los huevos de Uribe

Este huevo de los de Uribe busca un nuevo destino. Le gustaría ir a Chile, su tierra natal.

martes, 23 de noviembre de 2010

Colombia sufre de narcolepsia, también

Hace más de un mes, el periodista (profesión que en el diccionario de colombianismos es sinónimo de suicida) Hollman Morris publicó en su cuenta de Twitter una frase que inspiró este post y que inquietaría a cualquier persona saludable: “Colombia no dormirá el día que se entere cuantos de los desaparecidos son menores de edad”. Esta sentencia surgió a raiz del asesinato de tres niños de Tame a manos de un oficial del ejército que violó a una niña y luego la mató, junto a sus hermanos también menores de edad. Entre los tres niños, no sumaban ni siquiera la edad de ese Cristo que se invoca en los hogares colombianos todas las noches antes de dormir.

Lamentablemente, lo que parece ignorar Hollman es que Colombia, además de padecer males como el de alzheimer y la esquizofrenia, también es aquejada por graves episodios de narcolepsia, enfermedad que, dice Internet, es la “tendencia irresistible al sueño presentada en forma de crisis agudas”. En otras palabras, la narcolepsia hace que de un momento a otro el sueño se apodere de manera profunda de quien padece el mal, en este caso, de Colombia.

Hechos como el ocurrido con estos niños, en el cual están implicados los guardianes de la seguridad nacional, harían que un país sano no pegara el ojo hasta que, por lo menos el papá de los niños muertos, gracias a la acción de la justicia, tenga la ilusión de poder dormir algún día sabiendo la verdad del crimen y los castigos a los culpables, pero teniendo en cuenta que, cual anciano moribundo este país es aquejado por varios males, se hace prácticamente imposible no quedarse dormido.

Y si el insomnio empieza a atacar, hay varios estímulos apropiados para conciliar el sueño. Por ejemplo, cerrar los ojos con la arrulladora voz de las reinas de belleza que puede ser muy inspirador e incluso garantizar sueños de monarquías y reinos mágicos. También, para vivir más dormido que despierto, una buena dosis de Protagonistas de novela y sus consecuentes escándalos garantizarán que se pueda soñar con un mundo de cuerpos perfectos y de múltiples apariciones en la pantalla chica, y por qué no, también en la pantalla grande; al fin y al cabo en el mundo onírico todo es posible. No hay que descartar la somnolencia que se consigue después de una buena Pola, ya sea la bebida o la embebida televisiva.

La placidez del sueño, aderezada con la automática felicidad navideña, es el momento ideal para hacer un mundo más feliz a través de donaciones en los supermercados para el ejército, el mismo que en alguna pesadilla pasajera apareció como verdugo en Tame o en Soacha o en todos aquellos lugares que hasta ahora no existen si no para algunos constantes murmuradores que hablan de más abusos y violaciones. Como toda pesadilla, lo mejor es superarla con el olvido y la ilusión de nuevos y mejores sueños.

Mientras que hay unas madres en Soacha, un padre en Tame y no sabemos cuántos más que nunca volverán a dormir, el resto del país, en “contravía” con lo que dice Hollman Morris, duerme plácidamente gracias a la narcolepsia nacional, o simplemente porque poderosas pastillas para dormir, como firmar referendos de cadenas perpetuas, hacer grupos en Facebook, donar los 10 pesos de las vueltas del mercado o discutir sobre la autenticidad de los protagonistas de novela, garantizarán un sueño perfecto.

Dulces sueños…

jueves, 18 de noviembre de 2010

J-oda a Ceditros, el barrio diminutivo



Ahora que he regresado a Blogger, donde por el momento el único que escribe soy yo, he de comenzar hablando de Cedritos (hablando de mí), el barrio que he tenido que padecer y gozar la mayor parte de mi vida y que ha definido mi experiencia cotidiana en esta ciudad, cuyo cielo típico es cualquiera y cuyos transportadores públicos son, incluso, más peligrosos que los concejales.


Para comenzar, en los últimos días he pensado que cualquier barrio que tenga un nombre en diminutivo solo puede acoger pequeñeces y no merece mayor consideración; qué distinto suena decir Santa Helenita a Santa Helena, o que pocas ganas dan de visitar un barrio que se llama La Fragüita. Pues lo mismo pasa con Cedritos, que no se conformó con ser El Cedro, sino que tuvo que pluralizar y disminuir su propio nombre.


Este pedazo de tierra cada vez más superpoblado comenzó, como muchos otros sectores de la periferia de Bogotá, siendo un tranquilo refugio para citadinos saturados, burros y gallinas, con algunos conjuntos de casas y muchos potreros, con vías destapadas y pocos habitantes; pero el crecimiento de una ciudad que se reproduce más rápida y efectivamente que la gripa porcina, hizo que la apacible zona, de un momento a otro, se convirtiera en el paraíso norteño al que mucho conciudadano y, por supuesto, hábiles mercachifles quisieron llegar. Como era de esperarse, la ciudad fue tiñendo de gris lo que por un tiempo fue verde y el anhelado paraíso terminó pareciendo más un infierno, o en este caso un “infiernitos”.


Gracias al obstinado anhelo de muchos por habitar cada milímetro cuadrado de este barrio, la calle 140, arteria vial principal de Cedritos, parece una arteria del vicepresidente Angelino Garzón: congestionada y taponada. Esta mini avenida que, coincidiendo con el nombre del barrio que la acoge, está hecha en diminutivo aunque tiene un tráfico similar al de Google, sobre todo los sábados. Si el recorrido es definitivamente inevitable, encontrará en ella todo tipo de compraventas que convierten al diminutivo barrio en un caldo de cultivo ideal para el ladrón o los ladroncitos, casi siempre de poca monta pero de mucha actividad, principalmente en la Bogotá de Samuelalcalde.


La población cedriteña se caracteriza por reproducirse más que un arroz chino (a pesar de que uno coma por horas, una caja de este manjar seudooriental nunca disminuye su contenido), de lo contrario sería imposible explicar la cantidad de jardines infantiles que se han apoderado del sector. Pero para competir con los jardines, las peluquerías han comenzado una incesante carrera por establecer un local en cada una de las cuadras de Ceditros, y podría decir, sin temor a equivocarme, que se puede encontrar una peluquería y un preescolar por cuadra cedriteña.


En el ejercicio de rememoración, observación e investigación para hacer este texto, encontré que existe en Cedritos un equivalente a la torre de pisa, que se conoce como  “la torre inclinada de Cedritos”; por supuesto no fui capaz de constatar su existencia y espero nunca tropezar con esta “torrecitas inclinada” en aras de mantener la cordura.


A pesar de ello, Cedritos hace parte de mi adn, es una marca (o tara) que difícilmente se me borrará, como ser colombiano o javeriano, por eso consideré más que necesario sacar esto, para que el incauto lector sepa de una vez con quién se está metiendo y de paso para que en la red haya un rincón “diminutivo” en el que exista un rastro de lo que es vivir por estos lares.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Cambio de oficina

En diciembre de 2007, con pelos más cortos en la nariz y en las cejas, pero igual de insensato e ignorante que ahora, gracias a una generosa invitación de mi amigo Thorik, emprendí con emoción el traslado de mi antiguo blog -del 2006- al portal colombiano más visitado: eltiempo.com. Dejé de lado ese espacio solitario en Blogger para colarme como el buen sapo que lamentablemente para mí bolsillo no he podido ser en la vida real, en la página a la que los colombianos de bien le entregan su fe para que llene de información, deberes y color sus cabezas.

La experiencia fue muy reveladora, principalmente por la cantidad en algunos casos, y sobre todo por la calidad de comentarios recibidos por cada entrada, que simplemente lo que hacían era confirmar lo dicho en cada una de ellas y por lo tanto despertar más de una miserable, amarga pero auténtica carcajada en mí. Fue así como me gradué de “mamerto”, “uribestia”, “apátrida”, “bruto”, “rolo”, “Mondongo”, hincha del rey de compras”, “hijo de puta” (con las más innovadoras formas de escritura para no ser censurado por el sistema) y demás apelativos de incalculable creatividad, que no alcanzaría a nombrar en su totalidad.

Sin embargo, y a pesar de haber recibido en algunas ocasiones una cantidad de comentarios que seguramente jamás obtendré en este blog, decidí que ya no quería seguir teniendo como centro de operaciones el blog en Eltiempo.com, por un lado por el nuevo diseño en el cual ya perdería irremediablemente la visibilidad anterior (motivo principal para estar allí) y por mi natural tono grisáceo que rechina con el juvenil colorido de este nuevo “Tiempo”.

Por otro lado, fue un daño irreparable para mi sentimiento de seguridad y confianza propia el no poder codearme con los vecinos de antes, de los cuales me nutrí y seguramente me seguiré nutriendo desde la “distancia” para llenar este nuevo blog. Lo anterior lo digo porque con el nuevo diseño de eltiempo.com, ya nunca más estaré al lado de calumnistas como Jose Obdulio, Fernando Londoño, Poncho Rentería, Plinio Apuleyo Mendoza o Paulo Coelho (¿?).

Las anteriores razones me trajeron de vuelta a mi viejo y humilde Blogger, donde tuve que quitar las telarañas, abrir cortinas, pintar el letrero y rellenar con las viejas entradas del blog en eltiempo.com, sólo para que se note que en nuestro país en 3 años no pasa nada; o mejor, sí pasa mucho, pero siempre lo mismo, con nuevos personajes o con viejos recargados. Espero seguir dejando aquí un testimonio de que pasan muchas cosas por estas tierras, pero casi siempre son las mismas, haciendo de este país un loop interminable.

El blog de eltiempo.com probablemente continúe con otro nombre y con las siempre agudas apreciaciones de su dueño original, Thorik. Posiblemente yo haga algunos aportes a este, pero mi nueva oficina será acá en www.in-version.blogspot.com, donde con gusto, si deja un documento a la entrada, se les atiende (de 8 a 12 y de 2 a 5) y Helenita estará complacida en ofrecerles el tinto quemado o vaso de agua de rigor.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Taxonomía de los pasajeros de bus público

Que mataron al más escurridizo y bailarín jefe guerrillero; que un procurador lengüisopa y rezandero destituyó a la senadora que se toma fotos con la boina sudada de Iván Márquez y habla mal del país ante un grupo de europeos que en secreto se preguntan ¿dónde diablos queda Columbia?; que en Venezuela el comandante, con su sudadera tricolor, celebra la victoria en las elecciones, mientras sus opositores también hacen su propia celebración; que el otro presidente vecino, cegado por los gases lacrimógenos, grita "prefiero estar muerto a perder la vida", y así un interminable cúmulo de noticias llegan día a día a los oídos del ciudadano común.

Si bien, una de las cosas más anheladas por muchos es emitir juicios inútiles sobre cada tema que des-informan los medios, la verdad es una sola: a pesar de que el mundo se caiga a pedazos y el tomate chonto y la arracacha suban de precio, el ciudadano común y corriente debe seguir invariablemente su rutina de telenovela de las 8 y postura de sudadera los domingos.

Parte de esta rutina es la de montar en buseta, una proeza por la cual, particularmente a los bogotanos, nos deberían regalar cinco días adicionales de sueldo cada mes. Más allá de la
adorable clase transportadora y sus particularidades, dejando de lado que nos toca soportar a los drogadictos convertidos al cristianismo y demás embaucadores, además de tener que padecer la radio mañanera, valdría la pena ahora hablar de los pasajeros.

Con años de experiencia, batiéndome como un león en el hostil mundo de la buseta, he podido clasificar a algunos de los otros habitantes del oscuro y agreste ecosistema busetero así:

Gordo con déficit de motricidad: Es aquel personaje que, gracias a su evidente sobrepeso, en el tránsito por el ya de por sí estrecho corredor del bus, no puede hacer un recorrido nítido sin entrar en empujones continuos a los demás pasajeros, así vayan sentados. Si los otros pasajeros van parados y no han desarrollado la suficiente destreza de agarre a la grasosa varilla, es muy probable que tras el paso del gordo, sean arrollados y terminen tendidos en las piernas del pasajero que va sentado o estampillados contra una ventana. Si usted va sentado al lado de un gordo, asegúrese de abrir la ventana para sacar la cabeza y no morir asfixiado.

Oficinista encartada: Pertenecen a esta categoría trabajadoras de oficina (siempre mujeres), que desconociendo las dinámicas de la buseta, pretenden emprender un viaje en hora pico con una cartera colgada al hombro, una carpeta en la mano, una sombrilla, ojalá escurriendo, y una loncherita donde llevan un almuerzo que, casi siempre, parece recién preparado por el aroma a cebolla que expele y el calor que emana. Su ubicación en la buseta es muy complicada, pues si van paradas es obligatorio que alguien más les lleve sus aditamentos o de lo contrario en todo el recorrido terminan paseando por el corredor al ritmo de cada frenada y arrancada ante la imposibilidad de agarrarse, esto sólo si tiene la suerte de no quedar estampillada contra el espacio al lado del conductor donde se ponen las monedas.

Anciana enana: Con una estatura que no supera los 1.5 metros, mujeres de la tercera edad, o cercanas a ella, con voz aguda a quienes siempre el chofer les debe reclamar porque faltan $100 del pasaje, se caracterizan por quedarse mirando fijamente conversaciones ajenas o simplemente al pasajero que va en el puesto contiguo. Cuando éste se da cuenta de la mirada fija, la mujer esquiva el cruce de miradas y se hace la desentendida, sólo por unos segundos porque al rato repite la rutina. Al momento de bajarse, es clave que haya alguien en el último puesto, pues la anciana enana nunca alcanza al timbre para anunciar la parada y siempre debe pedir ayuda.

Avatar: Entendiendo por Avatar a aquel personaje que mide más de 1.8 m (estatura que en Colombia ya lo define como gigante), este personaje siempre estará apretado en una buseta. Si va parado tendrá que hacer lo posible por suprimir su cuello y pegar la cabeza al tronco para que pueda caber, no obstante, al agarrarse de la varilla superior sus codos quedarán flexionados y por ende, encima de la cara del pasajero del lado. Si va sentado, a la fuerza tendrá que recortar su fémur para que sus piernas quepan en el reducido espacio del asiento, de lo contrario, el pasajero del puesto de adelante tendrá que soportar un recorrido dominado por los rodillazos en la espalda.

Viejo discapacitado: Aunque el medio de transporte más apropiado para un personaje como este sería una ambulancia, la precaria seguridad social de nuestro país obliga a estos ancianos moribundos a abordar estos vehículos que los aproximan cada vez más a la muerte. Con una pierna llena de clavos, con la cadera recién operada o 15 puntos a la altura del ombligo, el viejo discapacitado debe montar en buseta para acudir a mediocres citas médicas.

Bonustrack

Universitario agotado: Son aquellos personajes de jeans entubados y pelo pegado a la cara que creen que su rutina diaria y la tensión de un quiz es tan desgastante como para no poder soportar estar de pie en un Transmilenio, por lo cual deciden sentarse en el espacio de unión de los buses, generando así una aglomeración en las puertas óptima para el próspero negocio de robo de celulares.

Si usted conoce más clasificaciones, no dude en hacer su aporte para nutrir esta lista.

martes, 14 de septiembre de 2010

Hoguera 2.0


Con la autorización del omnipotente Julitonomecuelgues, el día de ayer una mujer denunció a un "caballero" (como lo diría el lema del colegio de curas al que asistió dicho personaje) que con ínfulas de Guasón decidió que la mejor manera de expulsar la sobredosis de alcohol y colombianismo acumulado de una noche en Andrés DC, era cortando la cara de todo aquel que osara privarlo del privilegio único de saborear una empanada...no cualquier empanada, sino la última del día fabricada por el gran Andrés.

No hacen falta más de dos dedos de frente para saber que en un sitio como este se pueden encontrar los peligros más inesperados de este país, pues sólo en tal templo de colombianismo el "colombiano de bien", ese bien-vestido y prestante al que sí dejan entrar a tan exclusivo lugar, sintiéndose como en casa puede explotar a gusto rompiendo botellas de aguardiente y demostrar todo su sabor y furia al ritmo de Mauricio y palo de agua, si no es que se trata de un sutil o descarado ladronzuelo de corbata.

Tras la denuncia radial de ese lamentablemente y común hecho, que se repite día tras día en las cantinas y demás Andreses de Colombia, después de un fin de semana de rutinarias lavadas de carro en chancletas, alicoramientos tropi-rancheros y misa dominical, la ciudadanía moralmente autorizada se hizo visible en internet, el espacio que por estos días es la palestra ideal para hacer la justicia ausente que en nuestro país sólo funciona para universitarios bobalicones que amenazan a otros universitarios bobalicones pero hijos de presidente.

No se hicieron esperar entonces todos los marchantes y activistas facebookeros para condenar a la hoguera a este experto en pelea con botella rota por atentar contra una vida, que por cierto en nuestro país vale menos que una empanada, no precisamente de las empanadas de Andrés, porque esas son demasiado costosas.

Sin justificar al perpetrador de tan depurada técnica de corte aguardientero y, por supuesto, sin menospreciar la gravedad del hecho, vale la pena evidenciar la nueva inquisición que se ha gestado en internet liderada por un grupo de jueces ciudadanos que reaccionan airadamente (sólo frente a ciertas indignaciones promovidas por Julito o Vicky) motivados, al parecer, por el placer simple de hacer parte de una conciencia escandalizada que sólo aparece en ciertas situaciones y que por lo tanto los hace sentir mejores personas.

No deja de sorprender que en un país con tantas muertes violentas como huecos en las calles bogotanas, sólo casos como el de "el cortador alcoholizado", "el jurista chofer" (aquel abogado que mató a una persona conduciendo embriagado) o "el marido encolerizado" (aquel barranquillero que mató a sus esposa; cabe aquí una mención especial al cubrimiento de El Heraldo, que ya nos tiene salpicados de sangre y viendo en amarillo) son los que despiertan la preocupación ciudadana masiva.

Es entonces Facebook, además de un mecanismo idóneo para el narcisismo y voyerismo, una inquisición amañada para condenar a ciertos criminales que cumplen con características comunes entre sí y que perjudican a ciertas personas, pues, por el contrario, ciertos otros no merecen la atención de Julito o de Vicky y por lo tanto no aglutinan ni dos cristianos en los tan apetecidos grupos de la popular red social.

No se trata de que estas denuncias no sean importantes, se trata de preguntarse acerca del papel que cumple el colombiano facebookero de bien, aquel que se escandaliza por lo que se escandaliza julitonomecuelgues, ese mismo que decide entrar al grupo de Facebook que condena unos criminales pero a otros no, ese mismo que convoca marchas a favor de unas victimas pero de otras no y que siempre está atento a ser una conciencia inquisidora que solamente aboga por condenas, más condenas y si es necesario castraciones o penas de muerte, mientras que con sus inútiles juicios digitales se siente bien consigo mismo acompañado de una horda colérica que también quiere sentirse bien y "hacer patria", la patria boba
.

martes, 7 de septiembre de 2010

El placebo de la Pola

El canal RCN, que lleva las mismas siglas de la emisora que, copiando a la Candela Estéreo de William Vil-asco, será medio oficial de una de las campañas para la alcaldía de Bogotá (según lo sugieren las malas y perversas lenguas, como la de J. Obdulio quien ya habla de Sor Pacho Santos como candidato a la alcaldía), ha venido bombardeando despiadadamente a todos sus televidentes en los últimos días con la promoción de su nueva súper novela: La Pola.

Esta empresa de comunicaciones, como si no fuera suficiente con embutirle a diario a los radioescuchas la insoportable lengua de sopa de la ahora Madre superiora Pachito o el ojo desviado e inquisidor de Claudia Gurisatti, ha decidido, escuchando a los miles de televidentes ávidos de "televisión educativa y cultural", llevar a las pantallas una telenovela histórica sobre la vida de Policarpa Salavarrieta.

No ha comenzado aún esta nueva obra de arte televisiva, pero desde ya me atrevo a pensar que se trata de una versión en Villa de Leyva y Barichara de Sin Tetas no hay paraíso, Chepe Fortuna o cualquiera de esas historias que hablan bien de lo que somos y de lo mal que lo hacemos, o "del mismo modo en el sentido contrario".

Sin miedo a equivocarme, puedo afirmar que en el fiasco televisivo que se avecina las vergonzosas-sosas historias de amor, el tributo a las obviedades, un poco de softcore de horario familiar, la gente agraciada de cara y sin gracia en el cerebro, los personajes con la misma profundidad de una columna de Poncho Rentería, las escenas de acción que dan risa y las de risa que generan inacción, seguirán dominando las noches de nuestra tele, a cargo ahora de esta nueva Pola.

No es difícil entender entonces, con estos medios de comunicación, por qué hay más interés en el favoritismo ilusorio de nuestra reina en miss universo que con los miles de calaveras anónimas de La Macarena, o por qué el colombiano de bien ávido de tv educativa y cultural sabe más de la vida de Shakira (y baila con "locura" su nueva desgracia musical) que de la ley de justicia y paz. El modelo de país que se difunde y con gusto se consume es el de la telenovela, el de Estilo RCN, el de Pacho Santos, el del periódico que usted está leyendo en este momento (entrada publicada originalmente en Eltiempo.com), el de la Negra Candela y Sweet, y aún así el típico colombiano de bien con descaro y sin sonrojarse asegura que quiere televisión educativa y cultural.

Con esta educación y cultura vivimos, con esta educación y cultura tenemos el orgullo de contar como proeza nacional con el enano más enano del "universo", con esta educación y cultura hacemos
tropipop con sombrero vueltiao, con esta educación y cultura vemos televisión. Con esta educación y cultura podremos disfrutar, como siempre, con el placebo de la Pola, sea la televisión o la bebida.

martes, 24 de agosto de 2010

La Feria no se llenó ¿y qué esperaban?


Como gran noticia se publica hoy que la Feria del libro de Bogotá, que acaba de terminar, "no recibió la cantidad de visitantes que se esperaban", y vale la pena hacer una pausa en la última parte del titular, acaso ¿qué era lo que se esperaba? En un país en el que si por mucho se leen dos libros piratas al año por persona y en el que un descuadre de 8 o 9 mil pesos (valor de la entrada a la Feria) puede significar un ayuno obligatorio, resulta, cuanto menos simpático, que esperen una concurrencia rebosante en este evento.

Yo, que no tenía la intención de repetir la frustración del año pasado al cambiar una interesante jornada de observación de techo por ir a la feria, este año, vencido por mi predilección hacia todo lo que es al gratín, asistí nuevamente a la feria.

Con una rigurosa retahíla de bienvenida, una mujer ubicada a la entrada me ataca con un formulario más detallado y extenso que el que dan en la embajada de Estados Unidos, y se ubica nuevamente por el camino que uno debe seguir, asegurando así que el formulario sea devuelto y no en blanco.

Como si esta no hubiera sido una bienvenida malvenida, tras dar los primeros pasos encontré a un hombre que revelaría muy bien mucho de lo que iba a encontrar como gran novedad en los diferentes stands, se trataba del ronco Poncho Rentería, que parecía algo así como un pescador enano en invierno...experto en peluquería.

Entré a algunos de los pabellones y comencé a descubrir, con el hastío del envidioso, que las grandes publicaciones del momento eran fruto de la gran obra de autores como apellidados Riso, Coelho, Lopez (Andrés, el mismo omnipresente de La pelota de letras), Duque Linares, Rojas, etc. Todos ellos dando tips para tener una vida feliz, conseguir el amor, vivir en paz, ser una mejor persona, alcanzar el éxito y demás autoayudas y superaciones personales anheladas por muchos lectores.

Saturado de tantos títulos para ser ganador, también pude encontrar cada una de las narraciones tormentosas de los miles de secuestrados de Colombia, quienes con justicia intentan ahora recuperar, a través de ventas de muchos ejemplares, el dinero que perdieron en sus años en la selva, así mismo lo intentan todos sus familiares y conocidos, que por supuesto tienen algo que decir sobre las intimidades de los famosos.

En este tsunami de autores que buscan tener más billetes en sus bolsillos rotos publicando sus cuitas y relaciones con gente reconocida, aparece la hermana de Pablo Escobar intentando mostrar la otra faceta de su hermano aficionado a la pirotecnia. Ahora, la señora Escobar intenta lograr lo que ya hizo Virginia Vallejo, el hijo de Escobar, el hermano, sus sicarios de confianza y todo aquel que sintió tener el talento de poner una bomba literaria que pueda convertirse en uno de los dos prestigiosos libros que se lee un colombiano en el año.

Y para finalizar con las grandes novedades de la feria, la tecnología no podía quedarse por fuera. Aprovechando también la irrupción del interne, tutier, feisbu, icq y latinchat, entre otras páginas de moda, varios expertos en las tendencias tecnológicas, han publicado, escritas a máquina, las mil y una claves para navegar la red como pez en el agua, ocho mil direcciones útiles en internet, veinte mil tips para mantener el amor virtual y demás trucos indispensables para sobrevivir en la actualidad.

Viendo así las cosas y abrumado por las preferencias editoriales, para el próximo año prefiero un recital de los poemas de Aura Cristina Geithner a cargo de Poncho Rentería, una jornada de lectura del libro de Danilo Santos o una alocución presidencial con poesía sobre las regiones del país, claro está que todo esto por fuera de la Feria del Libro.

jueves, 5 de agosto de 2010

Fin a la fiesta brava, larga vida al traje de luces


Que el toro es un animal creado exclusivamente para ser "lidiado" y, por ende, cumplida su función vital debe morir; que el toreo es un noble arte que habla bien de las evolucionadas prácticas culturales de la humanidad; que los condumios hacen parte esencial de la irremplazable dieta de algunos humanos, y otros argumentos similares hacen parte del discurso de quienes defienden la tauromaquia.

Sin embargo, hace algunos días la discusión taurina en Colombia, remarcada por la reciente prohibición del toreo en Cataluña, despertó también a los más acérrimos detractores de esta tradicional práctica. No pretendo ahondar en que me parece una tortura innecesaria frente a un ser vivo, que lo lleva a una muerte cruel que podría ser suprimida sin consecuencias fatales para ningún humano, y tampoco me voy a referir a la urticaria que me generan los acérrimos defensores de la tauromaquia, pues se muestran como una especie de diosecillos que pretenden determinar el destino de la naturaleza entera.

No pretendo tampoco posar de rebelde que va los domingos con pancartas a tirar tomates a la plaza de toros o que lleva un parche en la chaqueta que reza el ya manido lema "tortura no es arte ni cultura", porque también me sabe a cacho de toro muerto esa actitud adolescente de casarse con causas inmediatas. Por el contrario, creo que hay algo del mundo taurino que merece conservarse intacto y pasar a la historia: el traje de luces.

¿Qué persona en sus cabales anhela lucir tal vestimenta? Como si el brillo propio de la lentejuela y el hilo dorado no fuera suficiente, el traje, para comenzar por lo bajo, se compone de unas particulares zapatillas que envidiaría cualquier bailarina. Estos delicados zapaticos recubren unas medias veladas de color fucsia que, a juzgar por su extensión, las vendedoras del Only deben catalogar como media-media, estas también cuentan con el coqueto detalle de un moño superior, que según una página de internet, y sin ánimo de sonar irónico, se llaman "machos".

Continuamos subiendo en este iluminado recorrido por el traje torero y llegamos al pantalón, prenda sobre la cual no hay mucho que decir y, para conservar la cordura, tampoco hay mucho que ver más allá de la inevitable escena imaginaria de un matador llenándose las piernas de mantequilla para poder ingresar en tales pantalones. Siguiendo el apretado camino, para albergar una delgada corbatica, aparece una chaquetilla ombliguera (así como el vestuario de nuestro presidente saliente) que lleva unas hombreras como las que usaban mis primas en los años ochenta, por supuesto llenas de brillo.

Pero como nunca es suficiente en el estrafalario ropero taurino, el torero sale con un sombrerito coqueto que lanza hacia atrás cual ramo de novia, y sigue su camino en puntas de pies; la cereza de este postre taurino es el retazo de pelo, o exactamente conocido como coleta, que llevan los toreros en la parte trasera de  su cabeza, similar a la del peinado de una abuela que hace una especie de esfera con su pelo.

Anhelando el fin de la tauromaquia, me gustaría entonces que llegara el día en el que la gente pudiera asistir a la ex-plaza de toros a ver espectáculos teatrales o musicales con zapatillas que alguna vez utilizaron unos personajes que dedicaban su vida a fastidiar toros o con la chaquetilla de hombreras combinada con jeans o, para los más osados y persistentes (porque seguramente la postura de esta prenda se necesitan un par de horas) el pantalón de luces, que en mi humilde concepto en adelante no debería mostrar tanto las pilas en la parte delantera.