martes, 2 de marzo de 2010

Paro-dia de Bogotá


Muy a pesar de la imposibilidad de los bogotanos de transportarse decentemente en estos dos días, que las estaciones de Transmilenio estén más llenas que una repartición de lechona en Haití, de los trancones interminables que dejan a cualquier conductor con las nalgas con gangrena, que muchos se vean obligados a ejercitar sus piernas con caminatas de 2 horas para volver a la casa, que otros más tengan que desayunar con tierra al transportarse en bicicleta hacia sus trabajos por las calles bogotanas siempre en reparación o que otros cuantos tengan que colgarse en camiones como carne oreada, me gusta esta paro de transporte.

Y me gusta porque, por un lado pone en evidencia, por enésima vez, que el estadista que escogieron los bogotanos - muchos por amor a mi general Rojas o por simple oposición al "gomelo" de los bolardos - es un genio de la gestión y de la administración pública. Sin duda, con la misma habilidad con la que se amarra sus pulseras ha logrado el colapso de Bogotá. Un digno representante de la invaluable clase política de nuestro país.

Por otro lado, me gusta el paro porque demuestra otra plaga tan adorable y benéfica como los políticos: los transportadores. Anoche, mientras dormía, no podía sacar de mi mente todas aquellas veces que mi crespo, corto y muy estático pelo cayó cual lacia cabellera sobre mi cara a causa de un salvaje frenazo de un busetero. No puedo olvidar todas las veces que con la amabilidad propia del busetero, fui sentenciado a bajarme si no me movía hacia la parte trasera del bus, a pesar de que ni con un baño de vaselina cabría en esa aglomeración de pasajeros. Tampoco puedo evitar traer a colación las buenas prácticas que tienen los transportadores públicos en las vías de la ciudad, muy respetuosos garantizando siempre la excelente movilidad y seguridad de los demás vehículos de la vía.

Además de este excelente servicio de transporte del que gozamos los capitalinos y del que por obligación tenemos que ser usuarios, en estos días queda en evidencia que esta mafia quiere exigir lo que se le da la gana, aprovechando la astucia de Samuelito -aunque el diminutivo le quede grande- , y pretende seguir dominando el transporte de la ciudad a pesar de que provea un servicio absolutamente indigno para las personas. A esta manifestación "popular" que ha conllevado al paro, se le han sumado los solidarios, mas no oportunistas, taxistas y demás avispados (una característica muy deseable por los colombianos) que buscan sacar provecho de la situación.

Y para no quedarme solamente en las críticas, voy a hacer algunas propuestas. Sería necesario en primera medida, convertir las contaminantes busetas en latas de atún para calmar el hambre de los bogotanos más pobres. Para mejorar el transporte, propongo que la movilidad de la ciudad sea aérea, en este punto me tomo el atrevimiento de robarle la idea a un memorable candidato presidencial que propuso poner turbinas a todos los vehículos. La siguiente propuesta consiste en hacer obligatorio para los conductores de buseta un examen en el que demuestren que han cursado por lo menos segundo de primaria; el mismo examen lo debe presentar el alcalde y sus funcionarios. Finalmente, para no reñir con el nuevo transporte aéreo, y para no gastar más dinero en reparación de vías, todos los vehículos particulares deben ser reemplazados por buggies, de esta forma se pueden dejar las vías como están y nos evitamos la fatiga de pensar en la ineptitud en la ejecución de las obras.

Debo aceptar que son propuestas muy ambiciosas, pero sin duda son más factibles que pensar en que el alcalde pueda hacer algo medianamente sensato o que los transportadores puedan pensar en el bien común de la ciudad y dejen de lado su interés en el multimillonario negocio del transporte público de Bogotá, además del natural interés por engrosar sus ya rechonchas billeteras a costa de la ciudad misma.

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