martes, 18 de noviembre de 2008

Somos más los buenos...para nada


Una de aquellas frases paternas que se quedaron grabadas en mi cerebro para siempre es aquella que reza: "no hay mejor lotería que el trabajo de cada día". No se si por mi temperamento que me hace siempre sospechar, jamás he creído que nadie ande regalando plata así como así, pero, por el contrario, en este descuadernado país en el que el presidente resuelve los problemas de cada fin de semana como un padre diligente, muchos colombianos, fieles a su carácter de fallidos 'avivatos' o de inútiles, esperan a que alguien les ande regalando o simplemente que por arte de magia, sus arrugados billetes se conviertan en nutridos fajos. Es así como hacen interminables filas en las famosas pirámides que prometen hacerlos millonarios sin mover un dedo.

La falacia de que alguien reparta plata por ahí sin esperar nada a cambio, para mi fortuna y el infortunio de miles más, ha sido validada en los últimos días cuando cientos de astutos compatriotas han irrumpido violentamente en las oficinas de las famosas pirámides para tratar de recuperar algo del dinero que ingenuamente depositaron a la espera de una multiplicación milagrosa, que simplemente sirvió para multiplicar el volumen de las barrigas de los estafadores.

Muy soñadores, muchos trataron de llevarse una silla, un escritorio, un remedo de computador, una caneca o un bombillo, con el ánimo de vengarse por el robo del cual habían sido víctimas y, con la misma ingenuidad con la que se dejaron robar la plata, ahora pretenden que un bombillo cueste el millón de pesos que depositaron meses atrás en las milagrosas pirámides. Estos desmanes sencillamente son una fiel representación de la misma estupidez con la que se dejaron robar.

Sin embargo, y a pesar de toda la desgracia que cargan a cuestas cientos de incautos que no sabrán ahora con qué dinero comprar la natilla de esta navidad, en algunos lugares del país se organizan marchas para defender a los que dentro de unos meses, y espero no equivocarme, saldrán en televisión tratando de protegerse de un linchamiento inmisericorde por haber defraudado a todos aquellos que alguna vez los vieron como dioses.

Pero esa es la verdad, con tal de multiplicar la plata sin mover una sola pestaña, nuestros compatriotas defienden al mismísimo diablo y si este los llega a defraudar, con la misma determinación con la que lo amaron alguna vez, lo buscarán hasta asesinarlo.
 
Seguramente si se le pregunta a cualquier 'colombiano de bien', de esos que ahorra en una pirámide con la esperanza de volverse rico, si le preocupa que toda esta parafernalia haga parte de un negocio ilegal para lavar dinero del narcotráfico, lo más probable es que, provisto de una incoherencia infinita (característica que hace parte de nuestros más representativos símbolos patrios) responda que no le importa, pues con tal de aumentar sus ingresos todo vale.

Sin embargo, al primer llamado para marchar en contra del secuestro o a favor de las víctimas de una bomba que desmembró a decenas de colombianos, ese mismo 'ahorrador' sale indignado a protestar contra los narcosecuestradores, los narcoterroristas y los narcopolíticos, y después de una jornada de marcha, se va a su casa a ver "El cartel de los sapos" para luego, con su conciencia tranquila por haberse pronunciado en contra de los violentos, lamentarse por la realidad de este país mientras que las milagrosas pirámides que le dan tranquilidad económica se desploman como si fueran de arena.

De esta forma, la incorruptible moral del colombiano de bien (porque somos más los buenos) le dice que patrocine negocios ilegales para aumentar su capital, pero cuando con la plata de los mismos a los que ha ayudado se asesina a los demás, ahí sí vale la pena protestar. Sin duda acá los colombianos buenos...para nada son más, que pretenden ganarse la lotería sin mover un solo dedo.

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