martes, 17 de marzo de 2009

La malicia indígena


Que interesante fue ver la asamblea nacional constituyente de 1990 cuando unos hombres vestidos de falda, con sombreros extraños y sin corbata, muy a pesar de la indignación mostrada por algunas abuelas, se codearon con aquellos políticos de siempre que por el contrario lucían tan cultos y tan elegantes.

Era este un indicio de que nuestras leyes serían ahora más incluyentes, realmente democráticas y probablemente más transparentes. Pensaría cualquier ciudadano desprevenido que el hecho de que un indígena, que ha sido víctima de abusos durante siglos, al momento de llegar a alguna posición poder tendría un ideal de inclusión y de verdadera ayuda a su comunidad.

No pasó mucho tiempo para comprobar que la malicia indígena es real, así como seguramente es real la malicia española y la mestiza, pero que para nuestro caso debería denominarse malicia colombiana, un valor que corre por nuestras venas y que es inculcado desde que somos niños. No en vano los papás les dicen a sus hijos que tiene que ser los más avispados o vivos, palabras que significan colarse en las filas, evadir impuestos y buscar siempre la trampa.

La representación más fiel de esta característica que nos hace tan especiales y que especialmente nos tiene tan jodidos, es Francisco Rojas Birry, el personero de Bogotá. Este hombre que ha logrado escalar posiciones políticas luego de esa hermosa Asamblea constituyente, hace gala de lo que se puede llamar la malicia colombiana. Sería injusto decirle indígena sólo por los rasgos de Rojas Birry.

Sin embargo, este personaje, tan avispado como debe ser un buen colombiano y sobre todo un político, ha estado involucrado en cientos de escándalos que demuestran cómo nuestra clase dirigente es realmente más sucia que el mismísimo río Bogotá. Provisto de su malicia y de su afán de lucro, Rojas Birry se involucró, como tantos de sus similares, con el otro rey de los avispados, David Murcia.

Así mismo, varios hechos demuestran cómo este personaje ha convertido su tribu de la personería en una cloaca llena de rateros y negocios no muy claros. No en vano, su buen amigo Samu-elalcalde, Samu-elamigo, Samu-elcorrupto, lo nombró para que lo fiscalizara y él sin sonrojarse aceptó, porque seguramente desde allí podría continuar sacando beneficios personales.

Así como los amigos de Uribe, con su malicia colombiana, se metieron con los paramilitares para obtener sus objetivos políticos, los opositores del uribismo se han opuesto tanto que se juntaron a sus contradictores y se han valido de cualquier estrategia para obtener sus ideales a pesar de todo. Rojas Birry es una muestra de ello.

Este hombre con cara de yo no fui, ha hecho tantos torcidos como los encorbatados y elegantes hombres de clase alta del país. Hecho que nos indica que las minorías seguirán jodidas por siempre gracias a sus líderes, que los ciudadanos del común seguiremos jodidos por siempre y que en general este país de avivatos y rateros seguirá jodido por siempre.

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