miércoles, 18 de mayo de 2011

Procesos de selección, migajas para el hambriento


No hace falta ser un desempleado para saber que encontrar trabajo en esta tierra de los buses y los almuerzos ejecutivos es una de las misiones más difíciles que hay. No sólo por el alto índice de desempleo, que aqueja al país desde que yo tengo memoria, sino porque los contratantes presumen que el empleado -o desempleado- promedio es como un mendigo hambreado, lo cual no siempre es errado, aunque los legitime para tratar a sus aspirantes como tal.

El orden y los componentes de los procesos pueden variar, pero algunos incluyen pruebas “psicotécnicas”, dinámicas grupales, reuniones con psicólogos, gerentes, subgerentes, jefes de personal, mensajeros y demás personas que la empresa considere que deben ser consultadas antes de contratar al nuevo empleado.

¿Qué decir de las pruebas? Además de que son probablemente más aburridas de completar y más largas que el Icfes, traen preguntas que después de generar un gran interrogante, producen risa. No sé muy bien qué se supone que debe responder uno cuando le preguntan si frente a una dificultad con el jefe debe reclamarle inmediatamente de manera airada o quedarse callado por siempre (estoy inventándome la pregunta, pero su obvio extremismo es más o menos así). Lo que estas pruebas buscan  es dejar en evidencia al participante, de otra forma no repetirían las mismas preguntas 10 veces en intervalos de 3 preguntas.

Cuando uno logra sobrevivir a esto, llega la que a mi juicio es la parte más divertida de todas: las dinámicas grupales. Además de que fácilmente pueden poner a todos los hambrientos de trabajo en situaciones ridículas e incluso histriónicas, el deseo de ganar saca lo mejor que cada uno supone que tiene por dar. Es así como todos empiezan a hablar duro, a imponer su punto de vista y a sobreactuarse, presumiendo que de esta forma harán gala de un liderazgo que los hará lucir como el empleado ideal; y no dudo que la estrategia sea efectiva ante los evaluadores.

Una vez superada esta etapa, ojalá sin haberle hecho vudú a nadie, tendrá que enfrentarse cara a cara a una o varias personas que tratarán de entender exactamente quién es usted y si podría desempeñar el trabajo que se ofrece sin matar a sus compañeros o lanzarse por la ventana de la oficina. Esto sin tener en cuenta que también pueden ir hasta su casa a revisar si lavó los calzoncillos del día anterior o si su mascota rasguña los muebles, concluyendo así con una llamada a quienes usted incluyó como referencias; ellos también vivirán un interrogatorio que sería más sencillo si lo hiciera el FBI.

A pesar de que usted cumpla con todos estos pasos, así haya tenido que abandonar su trabajo varias veces o montarse en tres busetas para llegar a tiempo a las entrevistas, jamás sabrá la razón por la que no quedó seleccionado y por el contrario, pasando por la vergüenza de lucir muy desesperado, debe llamar para que tengan la gentileza de informarle si todo este tiempo invertido por usted sirvió de algo, así sea para legitimar un proceso que posiblemente ya estaba definido antes de empezar.

Una vez terminado un proceso más,  usted tendrá que empezar una nueva búsqueda hasta que al fin, algún día, pueda conseguir un trabajo que le permita sobrevivir, recuperar la calma, salvar la autoestima y aspirar a procesos futuros iguales o aún más largos y desgastantes. Yo por mi parte, después de escribir esto y sabiendo que la búsqueda en Google de rigor le dará argumentos suficientes a los departamentos de recursos humanos para presumir que no soy apto para el trabajo, desde ya toco las puertas en el mundo Herbalife, para ver si logro ser mi propio jefe, ganar plata fácil e incrementar mis ganancias.

¿Quiere bajar de peso? Pregúnteme cómo…

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