jueves, 5 de febrero de 2009

La puerca paloma de nuestra paz


Esta semana, cuando asistimos a un show mediático más espectacular que el Circo del sol y más obvio que El show de las estrellas, a propósito de la liberación de algunos secuestrados que cambiaron sus rutinas materialistas y superficiales por una vida más natural y alejada del consumismo durante más de 7 ó 10 años en las selvas colombianas, podemos ver cómo este país vive una lógica de canibalismo difícil de igualar.

Parto de la suposición de que en Colombia queremos al paz y que los buenos somos más y que Colombia es pasión y que hacemos marchas multitudinarias para exigir libertad y que nuestro país es de gente hermosa y que estamos cansados de la guerra. Mentira, mentira, mentira.

Este país está lleno de gente intolerante y de corazón negro, que simboliza la paz con una paloma blanca de esas de la Plaza de Bolívar que se caga en todo sitio, que ya no es blanca porque vive entre la basura y los desperdicios buscando su podrido alimento, y que hace parte de una plaga igualmente detestable. Sin duda esa paloma blanca es una representación del turbio y sucio concepto de la paz que se buscan los colombianos que aman a Juanes y que se ponen sombrero vueltiao y banderita de Colombia en la muñeca.

Me alegró profundamente al ver la reacción de los colombianos de "bien" ante las declaraciones de Alan Jara. Algunos, como yo al principio, debieron pensar que él se fue durante los últimos siete años a hacer un diseño de sonrisa para tener unos dientes blancos y prominentes, pero la desafortunada realidad fue otra. Y me alegra encontrar las manifestaciones de odio y rechazo hacia el señor Jara porque simplemente confirma lo que desde hace rato sabía cierto: que acá lo que más nos gusta son los juicios instantáneos, las palabras inmediatas y el nulo pensamiento.

Además de las burradas expuestas en los foros virtuales acerca de las declaraciones del recién liberado, encuentro cómo de un acto a favor de la libertad nuestros ilustres compatriotas sacan su mejor provecho para ahondar en un conflicto que ya debería hacer parte de nuestro himno nacional y nuestro escudo. Es así como con un gigantesco salto con sus ancas de sapos, un par de periodistas fueron a parar al lugar de la liberación para defender a unos y criticar a otros sin importar la liberación y demás motivaciones nobles, por el contrario solo buscan la puerca paloma de la paz que nos mantenga en esta realidad donde todos son como buseteros con machete listo para pelear.

Así mismo el presidente, no contento con el robo de protagonismo que le habían propinado estos periodistas batracios, se dirigió, al no encontrar un reality show a la mano, a la casa del cansado y aún despistado Alan Jara para promover su discurso político y no presidencial, que tiene más pinta de retahíla culebrera que de invitación a la solución del conflicto.

Es así como desde el presidente para abajo, pasando por nuestros colombianísimos líderes de opinión, se denota nuestra naturaleza con unos genes contaminados como la paloma blanca de la paz. Una sangre dispuesta a odiar. No nos digamos mentiras, este país no es posible en armonía, para que eso exista tendría que dejarse de llamar Colombia y tener una raza nueva.

Ser radicales es nuestro destino, ser radicales para odiar todo el tiempo es nuestra motivación vital, ser radicales para juzgar al que no opina igual a los colombianos de "bien" es nuestro objetivo, ser radicales para despertar indignación con películas de violencia sobre Colombia o canciones que hablen de nuestras drogas, pero no por la realidad en la que vivimos es nuestro orgulloso patriotismo y ser radicales para buscar la inmunda paloma gris de la paz es probablemente el único rasgo común de identificación que nos hace colombianos.

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