domingo, 17 de agosto de 2008

El Manual de Carroña


Aquel día que me encontraba, como es habitual, en un emocionante campeonato de parqués con mi tío abuelo Argemiro - ese mismo que me pidió darle la oportunidad de publicar en este blog – cometí el grave error de llevarme un dedo a la boca. Como era de esperarse él se molestó profundamente por mi falta de urbanidad y se lamentó por el olvido de los jóvenes del sabio Manual de urbanidad de Carreño.

Preocupado por quedar bien con el apreciado Argemiro, esa misma noche en la soledad de mí cuarto y con el corazón dispuesto para aprender a ser un buen hombre (uno bueno de verdad) comencé detenidamente a instruirme con el reconocido Manual.

Aunque en principio pensé que era un texto demasiado viejo –fue escrito en 1853- para que aún hoy algunos defensores de las buenas costumbres lo traigan a colación, emprendí una juiciosa lectura muy reveladora, que me demostró que este país ha sido forjado con los principios del sabio y bastante desocupado ‘pedagogo’ caraqueño. A pesar de haber sido un texto concebido hace más de 150 años, todavía los rastros de la personalidad neurótica de Carreño hacen presencia en nuestras vidas y probablemente lo hagan en muchas generaciones venideras.

El comienzo del Manual me sorprendió con el tema religioso, obviamente la única religión que existe en el planeta según el Manual es la católica. Por eso una sabia sentencia dice: “El hombre verdaderamente religioso es siempre modelo de todas las virtudes”, entonces cualquier incrédulo y no católico también es modelo…pero modelo de perdición. Esta parte del manual se la aprendió muy bien el presidente Uribe que, para tener un gobierno y política virtuosa, hace lo posible por meter a la iglesia hasta en la sopa.

Después de persignarme, seguí la entretenida lectura y comprendí la razón por la cual muchas veces las mujeres merecen ser corregidas por sus errores, como aquel hombre de la Costa que buscando el arrepentimiento de su mujer por haber bailado con un extraño, le propinó una merecida golpiza para que aprendiera a cumplir las normas de comportamiento. La parte del manual que el burlado esposo invocó en su defensa decía que “La mujer tendrá por seguro norte que las reglas de la urbanidad adquieren, respecto a su sexo, mayor grado de severidad que cuando se aplican a los hombres”. Sin duda las mujeres no pueden bailar con nadie y tienen que cumplir al pie de la letra las normas que son más rígidas para ellas que para cualquier otra persona, ¿quién las manda a ser el sexo débil?

Con la convicción de que las mujeres deben cumplir las normas con mayor severidad, más adelante encontré un interesante pasaje que decía que cuando uno viera a alguien mal vestido o en una posición inadecuada, debería retirar la mirada y discretamente abandonar el lugar. Precisamente por esa razón es que se prohibió comprar en los semáforos, pues esas gentes siempre mal vestidas deberían, antes que nada, mejorar su apariencia, vocabulario y postura, para que los conductores por lo menos puedan dirigir su mirada hacia ellos.

Un poco saturado de todas las nuevas normas que había aprendido, me puse a pensar en qué le iba a regalar a mi mamá que al otro día cumpliría años, y se me ocurrió empezar el día llevándole el desayuno a la cama, pero inmediatamente recordé que el manual decía “sólo los enfermos deben tomar el desayuno en la cama” pues está muy mal visto esa gente que se queda en su cama más del “tiempo necesario para el descanso”.

Seguí entonces con la lectura para llegar a ser por fin un hombre de bien y me di cuenta de que para empezar, así estuviera en mi casa y nadie me estuviera viendo, debería mantener la compostura y el buen vestir. “No está permitido a un hombre estar en casa sin corbata, en mangas de camisa, ni con los pies mal calzados”, lo cual me hizo arrepentirme profundamente porque ni siquiera fuera de mi casa estoy con corbata, y en mi casa jamás tengo zapatos, sin duda debo mejorar.

Y para referirme al cuerpo también debo contemplar nuevas reglas pues “no está admitido nombrar partes del cuerpo y menos si están cubiertas” por lo cual de ahora en adelante y como no debo estar “en mangas de camisa, ni con los pies mal calzados” solo podré hablar de mi cara y manos, únicas partes del cuerpo que no están cubiertas.

Otras reglas se fijaron en mi mente, pues jamás había escuchado algo igual, pero como veo que aún hoy en día es importante seguir las reglas de urbanidad de Carreño, comenzaré a contemplar algunos preceptos como: “en la calle nuestro paso no debe ser ni muy lento ni muy precipitado” o “la costumbre de levantarse de noche a satisfacer necesidades corporales es altamente reprobable”.

Luego de estas importantes reglas, invito a todos a leer el Manual de Carreño, y probablemente se conviertan en mejores personas, aunque no descarto la posibilidad de terminar odiando a ese demente escritor y mandando a la hoguera el consabido Manual, así como, en un momento de descontrol, madreando a todos los desubicados que aún hoy invocan este nefasto documento que se respira día a día con cada una de sus estupideces.

sábado, 16 de agosto de 2008

Por feo Pobre por feo


Luego de una majestuosa inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, poco a poco comenzaron a salir a la luz pública algunos secretillos que se tenían bien guardados los organizadores del evento, como por ejemplo que la ‘bonita’ niña que cantó en la celebración, sólo era una ‘buena’ imagen para poner al frente mientras otra pequeña con una voz más privilegiada sacaba de su garganta las bellas notas de la canción que sonaba.

El mundo se escandalizó por esa revelación tan espeluznante que evidenció la maldad de los chinos (otra maldad más en ese país) al privilegiar la belleza por encima del talento. Sin embargo me resulta sorprendente tanto escándalo, si todos los días pasa lo mismo por todas partes…la gente linda opaca a los más feitos.

¿No está la pantalla del televisor llena de reinas y modelos jugando a ser actrices mientras que cientos de ilusos poco agraciados se esfuerzan para ganar un espacio profesional que nunca tendrán?

Así mismo los noticieros están llenos de mujeres con cuerpos perfectos y cerebros diminutos mientras que en las facultades de comunicación pululan las feitas un poco más inteligentes buscando una oportunidad (aunque los que pasamos por ese horrible lugar sabemos que en esas facultades nadie se mata estudiando ni tiene un elevado coeficiente intelectual). Lo mejor de todo es que estas simpáticas chicas no se limitan a lucir sus sonrisas y apetitosas carnes, sino que además se atreven a opinar sobre las “buenas noticias del entretenimiento” demostrando más claramente su incapacidad mental.

Sin embargo, los adelantos de la medicina permiten que muchas personas que no han sido privilegiadas con un buen físico mejoren su aspecto por medio de cirugías, así como el ahora guapo y goleado Higuita, aunque para acceder a uno de estos procedimientos sin el riesgo de que se le pudra una teta o se le caiga la nariz, es necesario tener dinero.

Pero desafortunadamente para ganar bastante dinero, en muchas ocasiones, hay que ser bello…así que si usted es feo y pobre, ojala sea muy chistoso o superdotado, porque si su capacidad mental es promedio jamás podrá acceder al mayor ideal contemporáneo: ser bonito y con plata.
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A propósito, hablando de cosas feos y olimpiadas, si hay algo realmente feo por estos días son los animalitos que pone google para adornar su nombre con motivo de los Olímpicos.

martes, 12 de agosto de 2008

La crujido de la maldita crispeta


La tensionante música hacía prever que la situación empeoraría, sobre todo ante la presencia pintoresca del Guasón que con sus gestos demenciales y su forma atropellada de hablar, apretaba el escalpelo que estaba a punto de ampliar violentamente de un solo tajo la boca del mafioso que había tenido la osadía de retarlo. Todo parecía indicar que el Guasón jalaría la cuchilla para hacer una cicatriz imborrable en la cara de su adversario, pero la espera se hacía interminable, hasta que…. Zzhhh!!!

No fue ningún sonido proveniente de la pantalla, era, por el contrario, el ruidito de ese insoportable paso de aire entre un diente y la lengua que algunas tías y abuelos hacen deliberadamente para retirar de sus muelas cualquier rastro de carne, marrano o pollo del almuerzo.

Desafortunadamente, en esa ocasión no era un tímido intento por retirar una ñunfla mal ubicada, sino que era el maldito tic de la señora que estaba en la silla del lado y que para mi desgracia se convirtió en parte de la banda sonora durante toda la película. Para mi desgracia también, ahora, cada vez que voy a cine, debo contar con una variedad inimaginable de ruidos que para mí resultan absolutamente desesperantes.

No entiendo por qué razón la gente que asiste a una sala de cine tiene el descaro y la falta de decencia de no apagar su berraco teléfono celular cuando empieza la película y a pesar de que hay diez mil señales que dicen que se debe hacer silencio, en la mitad de una película siempre suena el maldito ‘Nokia Tune’, eso sin contar con que el desconsiderado al que le suena conteste sin sonrojarse.

Además de esto la cantidad de paquetes de papas, nachos, besitos, el recipiente de crispetas y hasta el vaso de gaseosa, parecieran en cada función hacer parte de stomp ese creativo espectáculo musical que se hace con elementos cotidianos y que suena tan bien, pero no en medio de una película.

Como si esto no fuera suficiente, algunos deciden (no se si para evidenciar su estatus al comprar la fina salchicha que al parecer proviene de un marrano criado con caviar, pues un perro caliente que solo consta de pan y salchicha cuesta más de 10 mil pesos) comer con la boca abierta lo cual permite que a cinco filas de distancia se pueda detectar que está ingiriendo cada persona.

Recomiendo también abstenerse de llevar niños menores de tres años a una película cualquiera, pues lo más probable es que a los quince minutos ya esté dando alaridos de desespero y de paso tirándose el entretenimiento de los demás. Así mismo, no entiendo por qué siempre hay un anciano cuyas amígdalas están conformadas por una flema constante que no les permite dejar de toser cada siete minutos.

Y para terminar, lo más descarado que he tenido que soportar, además de los continuos golpes en la silla de aquellos desconsiderados que no se pueden quedar quietos y pensar un poco en que la persona que esta adelante siente esa leve patadita como un terremoto, son los comentarios en voz alta que se hacen las parejas mutuamente para comentar la película e incluso para predecir lo que va a pasar y cantar las canciones del filme.

¿Qué les hace pensar que el resto de personas pagaron una boleta para oír sus comentarios? ¿es justo que un trabajo tan cuidadoso y dispendioso en el diseño sonoro, del guión y de la fotografía de muchas películas se vea torpedeado por tanto atarbán que va a cine a comer y charlar?

Este es un llamado, querido lector, para que le informe a su tía o abuela o tía abuela (que usualmente no pueden mantener el parlanchín pico cerrado y hacen más ruido que el camión de la basura) que a cine uno va a disfrutar de una película en silencio, pues la película misma tiene mucho por decir no solo en imágenes sino también en sonido.

Ya se también, querido lector, que como dicen algunos simplistas “si tanto le molesta pues no vuelva a cine”, y yo por mi parte diré: si usted es de los que está pensando así y, peor aún, es de los que traga con la jeta abierta en cine y hace ruido y patea sillas y aplaude cuando se acaba la película y predice el futuro de la historia y canta con los personajes y contesta el celular y hace comentarios y lee en voz alta los subtítulos y lleva a sus hijos de 6 meses, puede irse ya mismo de acá y de paso de las salas de cine.

jueves, 7 de agosto de 2008

Ideas prácticas


Pocas frases resultan tan reveladoras para hallar la razón por la cual nuestro amado país es un tierrero lleno de injusticias, violencia, trancones, idiotez y caos, como la que dice: “cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece”.

Cabe aclarar que es casi obvio decir que tenemos lo que nos merecemos, pues es el pueblo mismo quien escoge a los gobernantes que luego odiará cuando vayan a la cárcel o, por el contrario, idolatrará hasta el punto de catalogarlos como mentes superiores y todo ese tipo de adulaciones cegatonas y facilistas.

Resulta que los bogotanos escogimos a un sesudo concejal autor de una propuesta, igualmente sesuda, para acabar con la violencia en el fútbol. El muy elemental y desvergonzado, en una brillante idea (con bombillito iluminado encima de la cabeza y sonrisa de satisfacción), decidió proponer un decreto que “prohíba el uso de camisetas distintivas de clubes deportivos colombianos y extranjeros en las calles de la capital”.

Todo esto con el noble fin de poner “en cintura a quienes no tienen respeto y tolerancia en el ámbito deportivo”, vaya sabiduría la del concejal. Me resulta sorprendente ver cómo a nadie se le había ocurrido antes una idea tan brillante como esta: si la gente se rompe la cara y se agujerea las entrañas por una camiseta, pues sencillo…que no se pongan la camiseta y solucionado el asunto.

¿Cómo y por qué hemos sido tan lentos como para no haber planteado una idea similar hace rato y habernos ahorrado la muerte de tantos jovencillos con aspiraciones de hincha argentino?

Así mismo, un comprometido i-responsable senador, salió, luego de una extensa jornada de lectura del Manual de Carreño, con la excelente iniciativa que propone “que todos los colombianos se pongan firmes y lleven sus manos al pecho como lo hacen algunos jugadores de fútbol y como lo hace el Presidente, la idea es uniformarlos porque no se ve bonito eso". De no hacerlo, el criminal que incurra en la grave falta de no estar ‘uniformado’, tendrá que pagar una sanción civil por traicionar a esta hermosa patria.

Sin duda, es de vital importancia para esta Nación que sus ciudadanos se vean bonitos y que con la mano sintiendo el palpitante corazón el amor por la patria aumente. Es probable que de esta forma se evite la criminalidad, pues así todos querrán luchar por un país mejor.

Y para concluir, otra brillantez de nuestros gobernantes: la ya conocida iniciativa para prohibir las ventas y limosnas en los semáforos, para contribuir así con la movilidad de la ciudad. Me temo que con esta excelente idea tengamos vías más rápidas que una autopista alemana.

Luego de ver estas excelentes y, a la vez, elementales iniciativas, se me ocurre que para evitar el robo de celulares en el Transmilenio – hecho del que fui víctima, a pesar de que mi celular costaba aproximadamente $2342 – los ciudadanos podrían llevar una serpiente en los bolsillos para que muerda a quien intente hurtar algo.
Si todos fuéramos tan inteligentes y tuviéramos ideas tan pertinentes como las anteriores seguramente este sería el paraíso. Yo creo que como vamos, vamos bien, con gente tan proactiva, que tiene proyectos tan revolucionarios seguramente acabaremos con la violencia en el fútbol, con los trancones y con las malas costumbres.