martes, 15 de julio de 2008

Se busca algo de vergüenza


Sin el ánimo de competir ni parecerme – dios me libre- al crítico de televisión Omar Rincón, nuevamente, como en las dos últimas ocasiones, me voy a referir al tema de los programas que se presentan en nuestra pantalla chica. Así como lo hizo ya el coloquial Omar - que escribe como habla - quiero tocar el tema de “se busca intérprete”, un programa que, llevado por mi infinito morbo, decidí ver anoche.

Desde el día que vi la promoción de dicha pataleta de ahogado del canal RCN, supe que nada bueno podría tener, pues además de la inagotable Andrea Serna, la presencia de otros personajes invitados como grandes ‘autoridades’ musicales, evidenciaba el terror que podría causar este show que intentaba traer de regreso el ya conocido y exitoso Factor X, pero con algunas variaciones.

Con la intención incluir los géneros musicales de moda en el país, se seleccionaron cinco cantantes de cada género y así Yuri Buenaventura, en la salsa; Silvestre Dangond, en el vallenato; Tostao para la “música urbana”; Naty Botero, para el pop, y Galy Galeano en representación de la música popular, son los cabezas de grupo de cada categoría.

Aunque sabía que lo que iba a ver era horrible, la sorpresa fue mayúscula al darme cuenta de que este era un espejo demasiado revelador de nuestra naturaleza. En principio me encontré con la deliciosa presencia del siempre exquisito Galy Galeano con su cabellera un poco disminuida y blanca por los años pero igual de pomposa desde que yo era niño. Aunque siempre lo había visto como un cauto intérprete del despecho, anoche me di cuenta que su chabacanería no conoce límites, pues es capaz de llevar un gallo al estudio, decir, literalmente, que el gallo se le cagó encima, y, sin ningún tipo de remordimiento, confesar que –a pesar de su función de ‘autoridad’ en el programa- no pudo ponerle atención a una cantante porque estaba embelezado, igual que un obrero que no escatima en piropos a cualquier escoba con faldas que pase, con su escultural figura.

Luego Silvestre, que, como era de esperarse, hizo su propio show de sabrosura y sentimentalismo como todo el mundo supone que él debería hacerlo. No faltó el detalle grosero cuando se agachó y dio la espalda a la hora de una presentación, una muestra de que está ahí para representar al estereotipo del vallenatero: escandaloso, sentimental y exagerado.

Después, Yuri Buenaventura, un tipo que ha tenido méritos musicales y que evidencia que tiene conocimientos en lo que hace, razón que al parecer es compatible con la prudencia y sensatez a la hora de hablar, al mismo tiempo que no combina con el espectáculo televisivo al tornarse aburrido y muy poco sensacionalista.

En el otro extremo la siempre insoportable y bella Naty Botero, que así como Silvestre y Galy es una fiel representante de su estereotipo, una niña de estrato alto de Bogotá que, sin tener ni idea de nada, canta por capricho profundas canciones a los grandes placeres y preocupaciones de su vida como “Cuba, sol y marihuana” o “te quiero para mí”. Su categoría está compuesta por un grupo de desubicados iguales a ella cuyas presentaciones bien podrían competir con un karaoke casero (aunque seguramente perderían el concurso). Cabe resaltar el desesperante empeño de Naty por lucir como una rockera, aunque su mediocre música y actitud impostada la tengan más cerca de la canción de Barney, aunque él es un poco más maduro.

Finalmente, quien más me sorprendió fue Tostao, que anoche frente a las cámaras le dijo a Yuri Buenaventura, literalmente, “te mando al de la moto”. Desde mi inocente perspectiva y con unas cuantas clases de criminalidad con el cine de Victor Gaviria, creo que la expresión dicha por Tostao se refiere a aquellos jóvenes que van en moto cuyo lenguaje está compuesto por palabras que terminan en la sonora silaba “rrea” y que se dedican a matar gente por unos cuantos pesos.

Cuando me preguntaba si no había oído mal, Yuri ratificó lo que yo entendí, afirmando que Tostao lo había amenazado fuera de cámaras. Luego, el cantante chocoano dejó de opinar en el programa como una pataleta de niño de kinder y, para rematar la faena, abandonó el estudio con mucha indignación sin más argumentos que el silencio.

Desde anoche me estoy preguntando si esa fue una pelea para generar rating o si fue verdadera. De cualquiera de las dos formas, fue un hecho muy revelador de nuestro hermoso país, en el que la gente se mata por gustos musicales o por equipos de fútbol, aunque tengamos la importantísima virreina de todo el universo (ni siquiera del planeta sino del universo entero).

Aplaudo entonces la iniciativa de RCN por mostrarnos cómo somos: groseros, intolerantes y amarillistas, aunque me temo que los televidentes poco o nada de esto encuentren en el programa o simplemente quieran aceptar, por lo cual de una vez estoy dispuesto a recibir los improperios de siempre por herir el más ‘profundo’ sentido patrio. Sin duda, cuando veo este tipo de televisión me convenzo más de que, como dice el buen Omar, nuestra televisión refleja fielmente lo que somos.

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