viernes, 4 de julio de 2008

Estoy feliz, somos terceros


Todo parecía desgracia en esta deprimente nación en la que los grandes titulares de prensa eran: El presidente llamará a su gran parche de colombianos amigos para que lo respalden en una pelea callejera contra la Corte Suprema de Justicia. Vino el heroico McCain a visitarnos para decir lo obvio y aprobar o desaprobar, como un buen jefe, lo que se hace y lo que se deja de hacer. Y para rematar, como si lo anterior no fuera suficiente maldición, Yidis se empelotará en la revista Soho. Hasta que una buena noticia apareció en la prensa: Colombia, el tercer país más feliz. Y obviamente esto sucedió antes del rescate de Ingrid, tres norteamericanos, un simpático cusumbo y once soldaditos.

Aunque todo este tiempo afirmaba con certeza que Colombia era el país más feliz del mundo, un reciente informe me dejó claro que somos terceros, hecho que me deprimió un poquito (tan solo un poquito) pero no tanto como para bajar del tercer puesto de alegría, pues a pesar de todo lo que pasa - me atrevería a pensar que son más las razones para derramar más lagrimas de tristeza que de alegría - vivimos en una sospechosa felicidad constante, según lo que dice la investigación de la Universidad de Michigan.

Los indicadores para medir la felicidad, según este importante estudio, son bastante explicativos del por qué en Colombia somos los terceros más felices. Afirman los investigadores que la libertad (palabra muy mentada por estos días) es el principal motivo de felicidad, evidentemente en este país somos libres. Libres para salir a las calles a las 3 de la mañana sin problema porque tal vez un hombre de bien, en uso de su libertad, nos libra del maldito dinero, celulares, relojes, zapatos o dientes de oro, que al fin y al cabo son sólo eso: cosas materiales. Libres también para inducir a los niños chocoanos a que se libren del sobrepeso e implementen rigurosas dietas, para eso lo mejor es darles la comida de los niños a los marranos que sí deben engordar. En general libertad por montón.

La tolerancia es también un indicador de felicidad, y en Colombia como soportamos y aún no hemos desterrado a los pecadores y equivocados negros, homosexuales e indígenas sin exterminarlos del todo, definitivamente no tenemos motivos para ser infelices. Somos tolerantes también con la gente que piensa diferente, característica que evidencia muy bien el presidente y la oposición, que han dividido al país entre guerrilleros y paramilitares, evitando así esos incómodos puntos medios y objetivos que no sirven para nada.

Comprendo im-perfectamente las razones por las cuales somos un país feliz, y creo que luego de la publicación de esta noticia, sumada al rescate de Ingrid, los tres estadounidenses y el cusumbo…ah! y los otros 11, el índice de felicidad subió aún más porque ¿a quién no lo hace feliz saber que, a pesar de la desgracia, está en la lista de los más felices? Vaya uno a saber si nos sacaron ya del concurso por ser demasiado felices. Por eso propongo que no sólo haya un programa que se llame Sábados Felices sino todos los días felices, porque este tipo de programas evidencian muy bien nuestra in-feliz realidad.

Aunque, sin ánimo de opacar la felicidad de que nos reconozcan como los más felices, me temo que en un ranking de ceguera, estaríamos ocupando puestos similares a los que ya, muy orgullosamente, tenemos en variedad de mariposas, cantidad de rios, variedad de arañas, desplazados y amputados por minas antipersona.

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