domingo, 12 de octubre de 2008

Higuita es como el fútbol colombiano


Sin duda alguna el engallado y recientemente remodelado arquero José René Higuita, tan famoso e importante para el fútbol colombiano, resume en sí mismo lo que es y ha sido el aporreado deporte -que está cumpliendo 60 años- por el cual él se hizo famoso en el mundo.

Este arquero paisa nació en uno de los barrios más pobres de Medellín y en medio de dificultades económicas practicaba fútbol en las calles empedradas y llenas de tierra de su ciudad, probablemente canchas ideales para que se convirtiera en figura. Gracias a esta afición, mientras su poderosa melena crecía al tiempo que su incipiente bozo, logró acceder a las divisiones inferiores de uno de los equipos de su ciudad.

Aunque no precisamente surgido de las clases más pobres del país, al igual que el "cancerbero", el fútbol colombiano nació de la afición de personajes reconocidos de la vida social y política de diferentes ciudades, que decidieron empezar a patear la bola, una bola de nieve que se creció y que ahora es parte fundamental de la calenturienta sangre de este país. A pesar del estatus de quienes lo practicaban, el fútbol de entonces era, así como Higuita, un deporte pobre por falta de experiencia, escenarios y calidad.

Al llegar a la juventud el buen René desarrolló un pelo envidiado por no muchos (tal vez sólo por su compadre Leonel) y un bigote chibcha equivalente, guardando las proporciones, al del mariachi más macho que haya parido México,  mientras su calidad futbolística iba en ascenso hasta llegar a las selecciones departamentales y nacionales en categorías juveniles.


Así mismo, el fútbol del país desarrolló importantes equipos que se fueron consolidando, ya no sólo a nivel nacional sino internacional, y estrellas de otros países como Alfredo DiSteffano arribaron, más por casualidad que por añoranza profesional, a estas tierras aún inexpertas en aquel deporte. Al parecer comenzaba una buena época tanto para Higuita como para el fútbol.

Luego, "el loco" se hizo figura en su equipo Atlético Nacional, incluso ganó la anhelada Copa Libertadores y comenzó a hacer historia con la selección Colombia, que en el Mundial de Italia 90 alcanzó su punto máximo en competencias mundiales, lástima que Higuita, así como el fútbol nacional cuando más ilusionaba a la afición hizo el ridículo mayúsculo que llevó al equipo directo al aeropuerto para volver a casa y a los aficionados con la camiseta de la selección guardada en el ropero. Dentro de los momentos memorables del arquero colombiano se incluye el famoso escorpión en Wembley, que afortunadamente salió como él esperaba porque de no haber sido así no me imagino cuál habría sido el destino de René.

El fútbol nacional gozó, así mismo, de una época memorable, en la que logró la ya mencionada Copa Libertadores por primera vez, la participación en tres mundiales consecutivos y el ya mentado hasta la saciedad 5-0 contra Argentina. Así como Higuita hizo el ridículo en el partido contra Camerún, después de haberse lucido con sus espectaculares atajadas y jugadas arriesgadas, nuestra selección después de derrotar a Argentina y después de dar la ilusoria sensación de ser uno de los mejores equipos del mundo, llegó a Estados Unidos 94 y siguiendo los pasos de Higuita, hizo un ridículo mayor que incluyó la muerte de Andrés Escobar...la tapa de esa olla Express que pronto estallaría.

Luego llegaron los escándalos, como la polémica visita del arquero al narcotraficante Pablo Escobar cuando estaba preso y su posterior reclusión en la cárcel, hecho que le impidió participar en el mundial de Estados Unidos 94, donde de no ser por ese hecho probablemente Higuita habría igualado o superado el ridículo de Italia 90.

El fútbol también ha gozado de múltiples escándalos, como la inclusión del América de Cali en la lista Clinton o los conocidos aportes del narcotraficante Rodriguez Gacha a Millonarios, así como la violencia de las barras que siempre están bravas y se terminan matando por sus preferencias cromáticas.

Higuita, después de tantas dificultades regresó a sus días de fama, esta vez en televisión, participando en varios realities como en el que evidenció su carácter provincial junto con su comadre Leonel, o en el que le operaron su ya reconocida cara, le redujeron su poderosa melena y le cercenaron el bigote que al parecer también se le llevó la fuerza de sus días de escorpión.
Ahora Higuita ha vuelto al arco, forrado en una camiseta que pone en evidencia toda la pelanga y mazamorra consumida en sus días de pausa profesional. Con una figura de profe (como le dicen a los cincuentones en un partido de parque) hace una que otra buena tapada o de vez en cuando es goleado y probablemente se niega a aceptar que su hora del retiro ha llegado, pues sería mejor que lo recordaran con su crespo copete y su nutrido mostacho haciendo proezas o ridículos pero a nivel mundial.

Así mismo la época de gloria de nuestro fútbol, si es que alguna vez hubo tal época, ha pasado y ahora es un fútbol malo, que no gana nada importante, pero que todos se empeñan en pensar, como Higuita, que todavía puede repetir lo ya hecho en el pasado. Una muestra de ello es el bufón que ha reemplazado a William Vinazco en la locución (saturación sobremodulada), quien se empeña en decir, en cada partido de la selección, que Colombia esta vez sí ganara o que se recuperará de una inevitable derrota y todo ese tipo de positivismos cegatones.

Sin duda el hecho más revelador del presente de nuestro fútbol es ver a Higuita en la cancha: un arquero gordo, que perdió su bigote y su crespa melena, y ya no es como fue en épocas pasadas. Habrá que esperar entonces que salga una joya como Higuita para que el fútbol nacional vuelva a despertar la ilusión de los incautos compatriotas.

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