jueves, 23 de octubre de 2008

Perfil de un extra


A sus 58 años, Guillermo es un hombre que desde 1983 ha vivido en el barrio Normandía. Este bogotano que viste de saco y corbata, prefiriendo siempre combinar el pantalón con un saco de diferente color (para darle variedad a la pinta, como él mismo lo afirma) y una corbata delgada, es desempleado desde hace más de 10 años y con la certeza que no trabajará formalmente nunca más por su avanzada edad, se dedica a recorrer las calles del barrio y la ciudad, en busca de cualquier contertulio casual.

Guillermo goza del privilegio de tener a su lado a Gladys, una mujer pensionada que mantiene la casa donde viven y compra un mercado cargado de arroz, granos, huevos y más bien pocas carnes. A pesar de que formalmente son marido y mujer, el amor entre ellos murió hace décadas y viven juntos por pura costumbre, teniendo como único punto en común a un hijo que desde hace más de 20 años vive en Miami, y las pocas veces al año que los llama, la comunicación es complicada por culpa de su tono cubano-boricua-gringo, cada día más acentuado e incomprensible.

La vida de Guillermo cambia de rutina cada vez que un nuevo "proyecto" (como él dice) entra en su vida: Guillermo es un extra de televisión. Con el fin de obtener unos pocos pesos para montar en buseta o transmilenio y pagar las deudas de las cervezas fiadas en la tienda de la esquina de don Jacinto, este hombre de vida simple decidió seguir el consejo de un primo suyo un poco más experimentado en el arte del rebusque, y fue así como se involucró en el fascinante mundo de los extras de televisión.

Cada vez que hay un llamado para rellenar un restaurante en una novela, hacer de transeúnte en una película, disfrazarse de banano en un comercial, hacer de público espontáneo en algún programa de humor, simular un desafinado en un reality de canto, o hacerse pasar por víctima de un programa de cámaras escondidas, Guillermo se prepara con alegría para abandonar su casa por más de 13 horas que duran aproximadamente las grabaciones.
Sin importar que el clima sea adverso, que le hagan escupir el confite destinado a los productores, que la alimentación sea muy escasa, que los galanes y protagonistas no le hablen nunca y que no haya ni una sola silla para sentarse en las extensas jornadas de grabación, este hombre en compañía de un grupo de colegas que ya se conocen entre sí por tener la misma ocupación, acuden juiciosamente a las jornadas de extra que logran proporcionarle un ego suficiente para llegar después a su barrio a alardear sobre los personajes conocidos, dentro los que caben los Luis Fernando Mottoa, los Hernan Orjuela, las negra Candela o los Jota Mario.
A pesar de que Guillermo disfruta profundamente de su labor como extra y se siente importante al tener que cruzar la misma calle una y otra vez durante 10 horas para un comercial, tener que consumir una sopa de cebolla fría durante 5 horas y haber sido victima de incontables pastelazos en la cara, varios de sus compañeros, contrario a lo que piensa Guillermo, se han sentido maltratados en su labor y han decidido conformar un sindicato de extras, motivados por el simple hecho de ganar mayor protagonismo y citar a diversos medios para vociferar sus consignas que les permitan estar en primer plano en tv, hecho que aún no han logrado.
Guillermo, que sólo pretende hacerse más familiar para el público (sobre todo el de su barrio) se ha inmiscuido en esta titánica labor de que los extras tengan un reconocimiento mayor en el ámbito legal. Él, desde hace algunas semanas se ha convertido en el tesorero de la Asopae (Asociación de Actores de Fondo y Personal de Apoyo) y aunque dicha asociación no tiene ningún "tesoro" que manejar, Guillermo desfila orgulloso por su barrio con una carpeta café de cartón debajo del brazo con la cual se siente como un subgerente de empresa.

Ante las injusticias y desplantes que ha recibido la asociación, ya se planea un paro de extras siguiendo la moda nacional de hacer paros. Guillermo por su parte, aunque no está interesado en luchar por reivindicaciones pues se contenta con eventuales apariciones en la pantalla, aspira a tener una entrevista en algún noticiero del Canal Capital o tal vez del Canal K. Mientras ese glorioso momento (que sería equivalente en el mundo de los extras a ganar un Oscar) llega para este desocupado hombre, él se conforma con conceder entrevistas no solicitadas a sus amigos del barrio, con la certeza que algún día tendrá en su boca un micrófono y una cámara enfrente que por fin le enfoque el rostro en primer plano.

La Asopae continúa así su lucha, con la importante gestión del ahora ocupado Guillermo, para poder disfrutar de los mismos manjares, recatos y confites que disfrutan los protagonistas y modelos principales de la televisión.

Para mayor información sobre las demandas de la noble Asociación, haga clic en este link.

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