sábado, 7 de junio de 2008

Julito: cuelga a tus colaboradores


“Julito no me cuelgues” es una de las frases más populares en el país gracias a la creativa idea del periodista Julio Sánchez Cristo, quien ‘revolucionó’ los programas matutinos de radio gracias a que permitió la participación de los oyentes por medio de las llamadas.

No me atrevería a decir cuál es la razón de dicho éxito pero una de las hipótesis es hacer creer al oyente que sus ideas le importan a alguien, aunque a fin de cuentas el hecho que Julio cuelgue el teléfono es la muestra fehaciente de que recibir llamadas al aire es tan solo una estrategia para lograr mayor audiencia, eso sin tener en cuenta las burlas a las que algunas veces se exponen los inocentes participantes.

A pesar de todo esto no puedo negar que en este programa hay invitados muy importantes que no aparecen en otros programas de radio, que muchas veces a pesar de su tono extremadamente pausado (taladrante cuando se cree poeta) y totalmente anacrónico, Alberto Casas tiene experiencia y conocimiento en varios temas que no muchos poseen; también que Félix de Bedout logra poner en el paredón a mucho rufián por ahí suelto, aunque la mayoría de ocasiones sus preguntas no sean nada inocentes y por el contrario descaradamente acusadoras.

Pero mi principal queja, ira e intenso dolor se genera cuando aparecen en escena los jóvenes que acompañan a Julio. Son pocos, muy pocos de ellos los que logran tener un conocimiento del mundo superior al de un niño de 7 años. Y he aquí algunas perlas que he encontrado:

Un día, una de las chicas con el tono agringado, así como el que usa todo el séquito de periodistas de Julito, tuvo la osadía de traducir la palabra Gangs (pandillas) como gangas, algo así como decir Las gangas de Nueva York (sonaría mejor decir las gangas de San Victorino). Además de las más de mil veces que los personajes de este programa dicen FARC como si fuera una palabra en inglés. El mayor exponente de esta ridiculez que debe tener a su madre (de él) sonrojada se llama Alejandro Marín.

En otra ocasión, pocos días después del sismo que destruyó varias casas en Quetame, una oyente de esa población llamó para participar en uno de los interesantes y creativos temas de La W: la mujer más sexy del país. Tras un hecho tan grave como la destrucción de varias casas, cualquiera esperaría que una periodista medianamente informada hubiera preguntado sobre la situación del lugar pero, obviamente, la llamada desde el destruido Quetame pasó desapercibida. Sin embargo, otra periodista mucho más audaz se dio cuenta de que en ese lugar había pasado algo grave, entonces se lamentó después de que la oyente colgara por no haberle preguntado sobre la inundación. Y yo me pregunté: ¿cuál inundación? ¿Acaso no fue un sismo?

Y la última perla, dentro de ese mar de perlas que es la W, me la regaló uno de los periodistas que hablaba sin recato de un ‘corcel’ cuando había llamado un oyente que se dedicaba a fabricar un corseletes. Según lo que entiendo hay una gran distancia entre un corcel y un corselete, pero al parecer el periodista piensa que las mujeres pueden ponerse corceles.

Y así podría continuar con una lista interminable de comentarios periodísticos similares que día a día superan en cantidad y calidad a las opiniones, reflexiones y parábolas emitidas por taxistas, mensajeros, contadores, tenderos, gerentes y subgerentes, y demás participantes del popular programa de Julito.

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