jueves, 12 de junio de 2008

Sin bustos no hay paisito


Como alguna vez lo dijo sabiamente mi amigo Thorik, en Colombia compartimos la misma fascinación de los gringos por el busto. La diferencia es que ellos prefieren los de carne o silicona, mientras que en nuestro país los más apetecidos son los de piedra.

Es posible, en nuestro país, encontrar un busto por cada barrio y cuando uno se acerca a ver quien es el noble personaje que merece la inmortalización, un gran interrogante se apodera del cabeza, pues muchas veces cualquier fulano se hace merecedor de una estatua. No se si peco por mi gran ignorancia pero agradecería a quien me dijera ¿quiénes son y cuál es la importancia los personajes que adornan el parque de la independencia? por poner un ejemplo.

Sin embargo, como todo evoluciona, recientemente las calles de la ciudad se infestan cada día más de los monumentos a la pobreza, al desempleo y a la desesperación, se trata de estatuas que ya no son de piedra ni de mármol sino de carne y hueso.

Existen algunos que ya han involucrado en sus elaborados trajes sonidos robóticos y cuidadoso maquillaje, lo que haría pensar en una profesionalización de la carrera de estatua humana, sin embargo, hay algunos que son la fiel muestra de la situación de algunos ancianos en nuestro ‘estatuico’ país.

A pesar de que la condición de ancianidad de por sí acerca al hombre a ser como una piedra, pues no los dejan hablar, casi no oyen y pierden movilidad, no significa que estos pobres viejos no tengan derecho a lucir las sudaderas que tanto les gustan o a recorrer el barrio en busca de amiguitos de su edad, mirar por las ventanas sin preocuparse por nada, gozando de una merecida pensión.

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