jueves, 4 de septiembre de 2008

Bienvenidos al pasado

Hace más de diez años, cuando Pablo Escobar ya no hacía parte de la intachable clase política del país, recuerdo que este villano de película de Robert Rodríguez enfrentaba con sus más desmesurados arranques de demencia a cualquier parroquiano que osara poner en tela de juicio su nombre. Para el buen Escobar propinarle un balazo a cualquier contradictor no era suficiente sino que, sólo una bomba capaz de acabar con el país entero de un solo estallido, era la única forma de asegurarse la erradicación de sus enemigos…y también no enemigos.

Pude ver entonces desde mi apartamento, en varias ocasiones, hongos de humo tan perfectos que eran iguales a los que salían en el Correcaminos gracias a las fallidas trampas ACME del coyote, y aún siendo muy pequeño esperaba que ningún amigo o familiar se encontrara debajo de ese hongo mortal, pues seguramente unir sus partes sería más difícil que armar un rompecabezas de diez mil piezas.

Hoy, a pesar de que mi ubicación no me permite ver los hongos de humo, me siento en un dejavu que sutilmente me devuelve a aquella inolvidable época de las bombas. Un atentado en Cali y otros cuantos en Bogotá, además de decomisos diarios de explosivos, dan cuenta de cómo la violencia que, según muchos ya se había acabado, así como los cultivos ilícitos, se está apoderando de igual forma de la selva, el campo, los pueblos y las ciudades democratizando así el acceso a la muerte por estallido de bombas.

Me gustaría saber qué piensa el siempre acertado ex ministro Londoño, el sabio asesor Jose Obdulio, o el ilustre y tan querido por estos lares apolosystemas al darse cuenta de que la violencia colombiana, que ya daban por terminada (el fin del fin y todas esas bobadas), cumple con una sagrada ley que comparte con la energía: no se destruye, sólo se transforma.

Y lo que resulta más bonito y significativo luego de la bomba en Cali, es que en medio de los destrozos llegaron varios hampones a saquear los escombros, sin duda un hecho muy revelador de la horrible naturaleza del colombiano oportunista y descarado que no respeta ni a su madre y ante el más cruel papayaso se roba hasta la calza de lata de un cadáver o un tornillo de codo para venderlo como chatarra.

Pero sin embargo, dicen los medios que las encuestas dicen que el 84% de los colombianos dicen que este país va de maravilla y que tenemos que seguir así de maravillosos y felices por varios años más. Lo que yo veo, y eso que tengo gafas, es que no vamos tan de maravilla como dicen los medios que las encuestas dicen que dicen los colombianos y por el contrario muchas cosas, además de la in-seguridad, como el empleo, la educación y la salud, entre otras más, no están tan de maravilla como los  medios dicen que las encuestas dicen que el “pueblo colombiano” dice.

Tanta bomba me hace recordar que cuando era chiquito todo el mundo tenía miedo de salir, que la pobreza era igual, que la corrupción era parecida a la actual, que el narcotráfico alimentaba todo tipo de violencia (como hoy) y que la gente estaba presa entre la violencia y las brillantes actuaciones de nuestra eminente clase política. Es por eso que me pregunto si se acabaron las siempre oportunas noticias de rescates de secuestrados, de bombardeos a guerrilleros, de peleas con países vecinos y demás motivos de nacionalismo que nos hacían olvidar de la hermosa realidad colombiana y que nos daba la falsa ilusión de parecernos a Suiza o Francia. Si efectivamente todos esos ases bajo la manga se acabaron, querido amigo lector, permítame decirle: bienvenido al pasado!
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“La ñapa”: Gracias a una información que ya se ha hecho pública acerca de quien se autodenomina el “colombiano del común”, pude descubrir en la página de la empresa Apolo Systemas (si señores, con “y”) que todos los servicios que allí se ofrecen son para entidades públicas del Estado. Es entonces cuando me surge una duda: ¿tendrán algo que ver las opiniones del blog de “apolosystemas”, con que el principal cliente de la empresa homónima sean entidades del Estado? Yo, como no me parezco ni un poquito al sospechoso Daniel Coronell y no soy nada suspicaz, dejo la pregunta al aire y espero que alguien más la responda. Dicho esto, prometo no volver a nombrar al ilustre blogger, pues este Apolo bigotón del Caribe está ganando un protagonismo desmesurado que no es coherente con, la: cuidhadocísima, redaxión, de su block;

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