sábado, 26 de abril de 2008

Prefiero una paliza en España que una tumba en Colombia


Para muchas personas el hecho de hacer un par de firmas por la nada despreciable suma de 6 mil 500 euros, no es un esfuerzo demasiado grande a cambio de esos cuantos billeticos que le alcanzaran para algo más que un par de dulces.

Esto fue lo que tuvo que hacer un español por casarse con una colombiana que buscaba, como un perro busca el trasero de otro perro, la nacionalidad española a cualquier precio, uno muy caro a mi parecer. Para el español este hecho le significará la difícil tarea de hacer una firma para casarse y otra para divorciarse y tal vez nada más que eso, mientras que para la ilusionada sudaca comienza una aventura inesperada llena de magia …negra.

Ella tendrá ahora que conseguir un trabajo donde posiblemente la exploten por no ser española y que a cambio le servirá para conseguir unos pesos suficientes para mandarle a su familia en Colombia, conseguir un sitio para dormir, asegurar las comidas del día que le permitan tener las fuerzas para regresar a su trabajo a repetir un ciclo interminable.

Si ella corre con suerte solo será victima de un par de insultos de unos cuantos dementes españoles que tienen como hobbie golpear latinos. Pero si algún día, tan sólo uno, se levanta con el pie izquierdo, es posible que regrese a su casa un maquillaje natural de morados.

A pesar de esto y muchas cosas más que le podrían pasar a esta mujer en la madre (desalmada) patria, cualquier cosa es mejor que el infierno colombiano. Para muchos este país es una maravilla, es el mejor vividero del mundo, es el país de la gente más feliz del planeta, pero seguramente hacen todas estas afirmaciones al calor de un te con las amigas o con un güisqui en la mano.

Ya quisiera ver a estos mismos personajes si su situación fuera la de muchos otros a quienes los despojan de sus tierras obligándolos a rellenar semáforos de ciudades donde las carteleras arrugadas y con errores de hortografía de los desplazados son parte del paisaje natural. También me gustaría verlos con un cartón profesional, con una deuda por haber pagado los estudios para tener ese cartón, con los padres enfermos y desempleados y sin la más mínima opción de conseguir un trabajo.

Y si además de eso en el transmilenio te roban el celular donde esperabas una llamada de trabajo que algún día llegaría y luego te orina un perro (con rabia), la única opción para sobrevivir es el nuevo sueño que cada vez se reemplaza más por el americano: el sueño ibérico.

No hay que ser muy brillante para saberlo: el instinto de supervivencia va forjando rumbos de bienestar y si el bienestar es ser discriminado, golpeado e insultado por sudaca, pues bienvenido sea.

Apropiándome un poco de la famosa frase del gran filósofo colombiano Pablo Escobar diría: Prefiero una paliza en España que una tumba en Colombia.

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